viernes, 16 de agosto de 2024

VIAJERO SILENTE PARTE VII

 VIAJERO SILENTE - PARTE VII - NÁPOLI

 

NÁPOLES (Spaccanapoli)





Amanece en la “Ciudad Eterna” y nuestra troupe tiene dos considerables bajas, Fiorella y Morgana, salieron de madrugada rumbo a Madrid y ya están esperando el vuelo de retorno a Lima. Mañana se cumplen las seis vueltas al sol de Morganita.

Aún, con prístinos parpadeos que hacen burbujas en el alma, nos acompaña un hermoso y brillante sol mientras abordamos el tren en Roma Termini hacia Nápoles. Uno se acostumbra rápido a lo bueno, ya se nos ha hecho fácil hacernos amigos de estos bólidos que van a más de 250 km/h, limpios, asépticos, tranquilos y salen a la hora prevista.

Es una serena mañana, hasta tierna diría, atrás; han quedado angustias por cumplir horarios, eternas filas de espera, leer con nerviosismo ciertas lecturas sobre los nombres de paraderos en inglés, francés e italiano Exit, sorit y uscita son intensas palabras que las he hecho mías, significan salida, las tuve que aprender en Londres, París y Roma.

Entre tantas cosas que me han fascinado y del cual he quedado prendado es la presencia de mucho “verde” dentro de las ciudades de esta parte del mundo. Hay un gran respeto y equilibrio latente hacia árboles y plantas lo que hace una agradable convivencia con el ecosistema; se hace normal ver cómo las veredas pierden su lineal formación para hacer un requiebro cuando se “topan” con un árbol, lo bordean con delicada cortesía a quien da vida, aire, sombra y belleza.

 

Estando absorto con mis pensamientos, de pronto, una marejada de plata entra a borbotones por mi ventana, el sol se desliza sobre el mar Tirreno trayendo un aire tranquilo que me deja escuchar las voces de antiguos marineros que embarcaban con sus aparejos, mercadería, provisiones y sueños de largos viajes que hoy se confunden con los míos.

Comenzamos nuestra caminata por la vía Pza. Garibaldi rumbo a Spaccanapolli la vital y palpitante calle del centro histórico de Nápoles con su peculiar arquitectura griega y sus estrechos pasajes llenos de historias y misterios. Lo primero que “me jala el ojo” es una camiseta celeste con el nombre y cara de Diego Maradona (no iba a ser la única que se exhibe y que los turistas no cesan de comprar). Mis pasos tienen ese “toque” de engreimiento al ver varios murales con el rostro del “10” que está en modo “Dios” y de Sofía Loren; todavía, se respira la algarabía, porque, el equipo de fútbol del Nápoli ha ganado el “scudetto” después de treinta y tres años (el último lo ganó con Maradona). Hay gran cantidad de pequeñas y hermosas plazas que te invitan a sentarte y bebas la brisa napolitana, pero, el tiempo apremia. Casi, en cada esquina encontramos exquisitas iglesias una más atractiva que la otra. Aún, quedan varios edificios góticos con esa nocturna prestancia y las rutilantes trattorias con sus apreciados aromas y sus respectivos “jaladores”. Pasar bajo cada antiguo portal es ingresar a un arco iris de emociones que van desde las palpitantes conversaciones entre gente de variados países que ocupan las mesas de las incontables pizzerías hasta esa extraña sensación de haber estado allí sin siquiera haber pisado esas lozas que es el tamiz de un tiempo ido. Pero, lo que más llama la atención es el temperamento de la gente que camina rápido, entre los colores celeste y blanco conversan alto y las motos pasan por tus lados, parecen zigzagueantes mosquitos y como si estuvieras en Lima tienes que estar atento y esquivarlas. Spaccanapolli es embrujante y atrayente, dan ganas de perderse entre sus coloridas esquinas con venta de recuerdos y delirantes pasajes que invitan a un sugerido encuentro.  A estas alturas del “partido” mi vista está entrenada para apreciar delirios arquitectónicos, colores que endulzan el alma, el sonido de diversos idiomas y sus entonaciones traen música del mundo, por eso, camino sintiéndome privilegiado por avizorar parte de él y reconocer similitudes y novedades que pasan a ser parte mía.

El estómago es un reloj infalible y nos dice que debemos saborear lo mejor de Nápoles, la pizza napolitana, esa, la que tiene unos ribetes como olas de placer en vista y exultante en boca, crujiente y con una tersura al masticar que la hace incomparable y bueno una buena copa de tinto es infaltable.

Transitar la Galería Umberto I es un espectáculo de luz y color que convergen en una enorme cúpula donde el hierro y el vidrio hacen buena amistad.

Con esa alegría que, solo, te dan los viajes seguimos caminando por vía Toledo hacia la basílica de San Francisco de Paul, nos hizo recordar a la Plaza San Pedo, amplia, circular, pero con su propio señorío. El sol estira su obscuro manto fuimos hacia la Riviera di Chiaia y desde ahí admiramos al portentoso Vesubio y en su base a Pompeya. Hora de retornar, pero, hay pendientes…

 

domingo, 9 de junio de 2024

VIAJERO SILENTE - PARTE VI - EL VATICANO

 

PARTE SEIS





EL VATICANO

 

Frente a la basílica de San Pedro, siento la presencia de millones de personas que han estado en este mismo lugar y, probablemente, tuvieron la misma sensación de perderse ante la imponente sede de la capital del mundo cristiano. Me siento rodeado por pesados vientos del pasado no dejo de pensar ¿Adónde se fueron todas estas personas y qué fue de sus pensamientos?

Es temprano, pero, ya hay una larga fila que circunda la enorme plaza, así que, después de las clásicas fotos nos ponemos en la fila. Nubes negras comienzan a pastar en el cielo del Vaticano; en eso, caen las primeras gotas de lluvia que nos aligera la espera. Nos entretenemos mirando los variados tipos de personas que están a nuestro lado y los que pasan apurados. Un grupo de asiáticos muy occidentalizados conversan, cada vez, con menos ceremonia; jóvenes europeos se mueven, gesticulan y ríen con toda la juventud plena; parejas de esposos con bebés y sus carritos; muchas, muchas personas que rebasan las siete décadas conversan y no dejan de admirar la basílica; los turbantes y saris de brillantes colores dan un colorido destellante; mi color canelito le da el toque de gusto y sabor a este carrusel de razas y pretensiones. La plaza circular crea una burbuja de tiempos y sensaciones, las baldosas del piso parecen cantar en coro, giran como un disco de 45 rpm con todas las personas sobre ellas, alistándose para ingresar a la primera iglesia que se construyó, después, del martirio de San Pedro. Mientras, en lo alto de la basílica, con esa serenidad arcana, nos observan las estatuas de los once apóstoles (menos San Pedro), más atrás, surge la notable bóveda. La fila es para comprar los boletos de ingreso, nos programan para dentro de tres horas.



Vannia ya tenía calculado ese margen de tiempo, así que, nos vamos a la espalda de la basílica, a la residencia y jardines del papa. Mientras, escuchamos la exposición de la guía pasa un helicóptero blanco, es la movilidad del papa. Paseamos por los preciosos jardines e ingresamos a los fabulosos museos con tesoros y reliquias de valor incalculable. Pasear entre tantos famosos cuadros, pinturas, frescos, tapices, jarrones y esculturas me hace sentir que soy una pieza muy cotizada. Hasta aquí, todo bien, espectacular cuando ingresamos a la Capilla Sixtina, ya nada fue igual para mí, a pesar de mi poco criterio para valorar las obras de arte, contemplar el trabajo de poco más de cuatro años de Miguel Ángel en pintar los frescos de la Capilla Sixtina en un techo curvo, sin ayudantes es excepcional. Una convergencia iconográfica que deslumbra a toda alma que tiene la suerte de contemplar tan bella obra, letrada o no, porque, el arte genera particulares emociones y su belleza radica en los diferentes puntos de vista. Tenía cargada a Morgana, porque, la cantidad de personas hace que estemos muy juntas y por su tamaño ella no veía nada. Entre breves empujones fuimos llegando hasta estar debajo del fresco que simboliza la creación del primer hombre. Adán. Casi, dejo a un lado a Morgana por admirar la obra que había visto en innumerables figuritas, fotos, películas. Otra cosa es estar debajo de ella, donde estuvo el andamio que el mismo Miguel Ángel diseñó y que a palabras suyas decía que de tanto estar echado para pintar tenía los lomos dentro de sus tripas. Me salió la del profesor y fui explicando a Morgana cada fresco, las escenas del Antiguo Testamento, la creación del mundo, Adán y Eva, el pecado original, Noé y su ebriedad. Por momentos, un triángulo de luz, color y pasión nos atrapó a la obra, Morgana y yo, fue un eterno momento que guardo en uno de los portales de mi multiverso.




Salimos rápido para ir a la basílica. Nada más ingresar me quedo parado, otra vez, nos detiene Miguel Ángel para admirar la belleza de una escultura “La Piedad” cuya hermosura sobrepasa cualquier apetito de exquisitez. La ternura que me inspira, solo, la comparo cuando mi mamá sufre al verme inerme o enfermo y cruje su alma, con ese dolor que solo lo pueden llevar las madres. Sobrecogido, aún, recuerdo que la réplica de la estatua que está en Puno ayudó mucho en su reconstrucción cuando la original fue golpeada con quince martillazos por un turista que destrozó la cara y parte de un brazo de la virgen. Recupero el ánimo y sigo avanzando entre tanta belleza como riquezas. La imagen de la película “Hermano Sol, hermana Luna” (tuve que verla como parte de un curso en la universidad) salta a la palestra y veo con insólita nitidez la opulencia de la sala del Vaticano frente a Francisco de Asís, descalzo y con su raído manto, esmirriado frente a los rosados rostros de la curia. Una escena difícil de digerir que da para otras disquisiciones, pero, es fácil imaginar como vio el hombre de a pie a la subyugante magnificencia que emana de los ostentan la autoridad religiosa.

Ya en la cima, en el techo de la basílica corro junto a Morgana que ha salido disparada; ella, trata de ver el juego en cada esquina. Desde aquí, la vista de la Plaza y sus alrededores es espectacular. Es momento de subir a la cúpula de la basílica, interminables gradas nos conducen hacia lo más alto. Es gracioso caminar por estas escaleras que son muy estrechas, a las justas, pasa una persona y conforme subimos la escalera se inclina de acuerdo con la forma de la bóveda. Imagino los pasos de los sacerdotes entre el silencio de estos pasillos ¿Qué pensamientos rondaban por sus cabezas? Finalmente, estamos en lo más alto de la cúpula, una baranda la circunda. Caminamos en silencio y despacio, abajo se ven a los clérigos están en misa entre el resplandor del oro y la abundancia.

Bajar las escaleras, siempre, lleva a hacerlo con la prisa de ir con la gravedad que acentúa la risa y la competencia con Morgana que quiere llegar primero. Ya en la primera planta nos quedamos mudos por la belleza de esculturas y la vista del monumental Baldaquín que está sobre la tumba de San Pedro. En eso, siento un vientecito frío por mis pies, me avisan que debajo de mí hay todo un cementerio con 21 papas enterrados en sus sarcófagos, en realidad, hay veintidós sarcófagos, uno está vacío esperando al siguiente. Pensando en el siguiente un murmullo se acrecienta entre los turistas que estamos en la nave principal, un pomposo séquito clerical que hacía unos minutos había estado en la misa pasa delante de nosotros. La verdad que impresiona la gravedad de sus rostros la pompa de sus atavíos los hace sentir ceremoniosamente lejanos, muy lejanos.




Ya en las afueras del Vaticano, es decir, pasamos una cuadra y ya en Roma fuimos a buscar algunos recuerdos. Nelia quiere llevar un anillo en particular a Papá Chalo uno que lleve la imagen y escudo de San Benito. Con nuestros pequeños tesoros fuimos a una pequeña iglesia Santa Ana de Palafrenieri, nuevamente, en el Vaticano en una callecita resguardada por la guardia suiza, a media cuadra de la Plaza San Pedro. Terminada la misa el sacerdote tuvo a bien bendecir nuestros pequeños recuerdos.

La tarde va cayendo el camino de regreso tiene mucho de tristeza. Fiore y Morgana deben retornar a Perú, tienen que estar en Lima, mañana es el cumpleaños seis de Morgana. Nos fuimos a una amigable cafetería el Gran Caffé Giuliani, muy atentos, la dueña nos hizo la fiesta y entre pasteles, café y gaseosas le cantamos Feliz Cumpleaños a nuestra Morganita. Ellas partirán en la madrugada…todo ya no será igual.

El mundo en su eterno río avanza, avanza y no se detiene.




miércoles, 29 de mayo de 2024

VIAJERO SILENTE - PARTE V - ROMA

 

ROMA



 

Hay caminos que te despiden y claman por un último recorrido. El ruido de las ruedas de nuestras maletas sobre las baldosas que han detenido incontables pasos nos pide detenernos un instante para contemplar las casas flotantes sobre el verde mar que juega con los destellos del impaciente sol. Son las 16:00 h y tenemos que seguir avanzando a la vera del Gran Canal con rumbo a la estación Santa Lucía. Viajaremos por tren hasta Roma Termini, serán casi cuatro horas de viaje. Con mayor experiencia ubicamos el número de tren y vagón que nos corresponde. Nuevamente, colocamos las maletas en el espacio acondicionado para el efecto y cómodamente sentados con mesas para recargar equipos decimos adiós a la bella Venecia.   Estamos por llegar a Bologna, hay pocos pasajeros en nuestro vagón la mayoría son parejas que están enamorados de sus celulares; así, ha sido en casi todos los lugares que hemos estado, esta moda de interactuar parece que se practica en todo el planeta. El aviso luminoso parpadea en mi imaginario ¡ROMA! Repito su nombre y me encuentro hablando como Morgana ―¡No me lo puedo creer!― una vez que descendemos y caminamos pasillos tras pasillos comenzamos con el ritual de ver al celular para que nos oriente y señale dónde está nuestro hotel. Avanzamos con las maletas unas cinco cuadras y llegamos al hotel (es una gran idea buscar el alojamiento cerca de los terminales del tren y el metro, se hace necesario para movilizarse con comodidad) y no solo eso, la estación Termini está en el centro de Roma que está rodeado por una gran autopista orbital de 68,2 km que forma un anillo alrededor de la ciudad en donde están gran parte de los principales atractivos romanos. Muchas de las calles son como las imaginaba, hay gran cantidad de motos y, oír el italiano parece que entiendo todo ―ja, ja, ja― nos registramos y ya estamos en la calle, la noche es joven. Un poco a la suerte tomamos la vía Magenta; en eso, el aroma a anticuchos nos pasa la voz es el restaurante Lima con varios clientes que “se regalan” con la comida peruana. Disfrutando la caminata llegamos a la vía Gaeta al restaurante “La famiglia” fue una atinada elección. Un lugar donde estuvimos muy cómodos y, sobre todo, disfrutamos de deliciosas pastas, dejamos de conversar para saborear hasta el último fideo. El vino fue el punto de equilibrio para esta alegre cena con un peculiar toque italiano, a cargo de la persona que nos atendió, gentil, ameno, amigable y entretenido fue un buen inicio.

 

El sol aparece de a pocos entre algunas nubes algo obscuras. La gente circula por las calles, muchos van a trabajar, nos cruzamos con unas monjitas que dan una pincelada cinematográfica al pasar junto a las casas llenas de flores. Salimos del metro y seguimos al enorme grupo de gente que va al mismo destino nuestro, el Coliseo Romano. Verlo tan cerca se hace imponente, no por la altura, sino, por la trascendencia histórica. Hay una maratón tenemos que esperar que haya un espacio para cruzar la vía Labicana. Ahora, a comprar los tiques para el ingreso, una larga fila de personas que sube hasta media colina nos dice que debemos alinearnos. Ni modo, a todo sitio que hemos ido hay que hacer filas, la cantidad de turistas en todo lugar no deja de ser impresionante. Al comprar los tiques te indican la hora de ingreso (14:30) son las 11:00 am y la fuente de Trevi está a treinta minutos; así que, enrumbamos por la vía dei Fiori Imperiali. Un estallido de arte nos alcanza al doblar cada una de sus inquietantes esquinas. Ya en la amplia vía pasamos a ser parte del nutrido grupo de turistas que van a pie, en bicicletas, scooteres, cero automóviles; entre el río de gente se ve la basílica de Santa Francesca.

 

―¡En eso! ―Las ruinas del Imperio Romano es un encuentro soñado, estar frente a ellas me despiertan emociones indescifrables con una sonoridad que se impregna en todo mi ser. Ya nos hemos acostumbrado a caminar uno tras otro, adelante va Vannia es la guía, sigue Nelia, tras ella Fiore con Morgana, yo cierro la Troupe así, nos cuidamos en cada momento; salvo, cuando Morgana corre de un lado a otro.

 

A nuestra izquierda está el artístico monumento a Vittorio Emanuelle II (controvertido en su construcción), nos faltan ojos para ver tantas reliquias, el Campidoglio, el Foro de Augusto y el Foro Traiano son impresionantes. Terminada la vía giramos a la derecha y nos internamos por las características calles italianas, esas, que nos muestran en las películas, llenas de plantas, bares, restaurantes, adoquines que tapizan su atrayente suelo y el incesante paso de turistas. Caminas y vas redirigiendo la mirada entre obeliscos, plazas, iglesias y gradas que se sobrecogen y te dan un ritmo que parece alargar o reducir los pasos. Cada una de las calles te permiten ver al final, a manera de “remate”, alguna belleza.

 

Parece que la vía se estrecha, en realidad es que hay bastante gente, el tumulto nos dice que ya estamos frente a la famosa fuente de Trevi. Ahora, tenemos que ver la forma de acercarnos, nos ubicamos en las gradas de la iglesia de los Santos Vicente y Anastasio, desde ahí, vemos por donde podemos acercarnos a la fuente de Trevi que está repleta de gente. Aprovechamos el momento para admirar la riqueza arquitectónica de la fuente. Es un edificio que parece que se derrumba y se hace roca (conjunción de la arquitectura con la naturaleza) con los caballos salvajes y las impresionantes estatuas que resaltan la armonía y belleza muscular, da la sensación de que están en pleno movimiento. Al acercarnos y lanzar nuestras monedas nos captura el canto a la vida y al agua y pedí con mucho énfasis… Sí, pedí eso.

Fuimos a almorzar a en L´anticca pizzeria di Trevi en la Vía Lucchesi, de ahí, rumbo al Coliseo a paso ligero, la hora nos apura.

Comenzamos a ingresar al coliseo, la misma sensación cuando uno va al estadio a ver un partido de futbol. Solo, que aquí va a correr sangre. Cuántas imágenes guardadas cuando era niño se quedaron atónitas al estar al pie de este coloso de casi dos mil años. Estoy en pleno centro de la Roma pagana. Parado sobre el tabladillo que estuvo cubierto de arena hace algunas centurias donde se enfrentaron los profesionales de las gladias, es fácil imaginarse las pulsaciones que se vivieron en este recinto. Mientras, unos tenían que luchar por su vida una desaforada multitud rugía, más fuerte que las fieras que soltaban para enfrentar a los luchadores, ávidas de sangre. La frase dale el pueblo pan y circo y lo tendrás adormecido; se hace fácil, pensar en un estadio lleno de gente viendo un promocionado partido de fútbol.

Hora de visitar una de las siete colinas de Roma, el fastuoso Palatino, la residencia de los emperadores, el epicentro del Imperio Romano. Desde esta colina (una de las siete de la ciudad) se ve una Roma diferente, pareces ver un sinnúmero de cúpulas flotando entre las nubes y las simétricas vías. Descendemos la colina y nos vamos al lugar donde cuenta la historia que en este lugar se fundó Roma, estoy en el fabuloso Foro Romano. Aquí, se reunía la gente para debatir, establecer contratos comerciales, profundas disquisiciones políticas se dieron entre estas columnas. Aquí, estuvo el señorial Senado, el templo de Saturno. Caminar entre sus calles es llenarse de un hálito arcano que

camina, paralelamente, con mis nuevos pensamientos junto a los de otras personas que aquí desarrollaron sus vidas. La noche está llegando hora de ir por la cena y recuperar fuerzas. Mañana vamos a otro país “El Vaticano”.

 

 

jueves, 11 de abril de 2024

VIAJERO SILENTE - PARTE IV - VENECIA


VIAJERO SILENTE  -  PARTE 4

VENECIA


Una hora y treinta minutos y ya estamos aterrizando en Venecia. La he visto, tantas veces, en películas, revistas, fotos que la siento muy cercana. Bajamos con la alegría pintada en nuestras caras hasta que esa sonrisa se fue desvaneciendo una vez que estuvimos fuera del aeropuerto “Marco Polo”. Venecia está conectada con la parte continental itálica por medio del puente de la Libertad de casi cuatro km es el tramo final de la carretera estatal; es decir, que a ambos lados está el mar. Los taxis no son tan grandes, somos cinco con cinco maletas (sin contar bolsos y mochila), hicimos la fila junto a otros turistas que están esperando igual que nosotros. Casi, no hay taxis, parece que van hacia el centro y dan vuelta al aeropuerto. Es cerca de la medianoche y la inquietud comienza a ganarnos, estamos a la mitad de la fila hasta que llega nuestro turno. Por suerte, el conductor es bastante amable y ve la manera de acomodar el equipaje y partimos. El servicio nos deja en la plaza Roma bajamos las cosas, se ve poca gente por los alrededores. Ubicamos la dirección del hotel con el celular y nos señala que tenemos que cruzar el puente de la Constitución, de corte minimalista en forma de arco, con muchas gradas y con casi cien m de extensión por los que tenemos que ir jalando las maletas. No fue fácil ni agradable, sobre todo, por la hora y el esfuerzo. Cruzado el Canal Grande ya estamos en Venecia centro con sus 118 islas. Caminamos por el malecón, a un lado está la estación de trenes “Santa Lucía”. En eso, pasa una sombra obscura con rapidez, me hice el loco para no generar más ansiedad de la que había por la hora, las incomodidades y la poca presencia de gente. Pero, Morgana la había visto-

¡Una rata! No termina de exclamar cuando pasan otras dos que se meten debajo del muelle. Nelia le tiene pavor a los múridos, esta vez, tuvo que guardar su temor y trató de tranquilizar a Morgana.

Son las Ratatouille que han salido a hacer sus compras Morgana había repetido la experiencia de ver, hace un par de días, a Ratatouille en 4D en Disney París. Seguro que no le creyó a su “Bubu” pero, se distrajo. La calle se va estrechando y algunas luces parpadean el latir de Venecia. Ya registrados, con cerca de la una de la mañana, solo, queda ir a descansar con las ventanas bien aseguradas.

Nos levantamos temprano Nelia y yo, después de desayunar fuimos a caminar y aprovechar los primeros rayos de sol que fueron desvelando una infinidad de cuadros con los colores que da el tiempo y la creatividad que marcan míticas épocas. Iniciamos un sublime y encandilador romance con los estrechos y misteriosos pasajes que nos miran tras sus curiosas ventanas adornadas con pequeños balcones vestidos de flores que contemplan el eterno pasar de los paseantes que comienzan su día a día. Bares y restaurantes con llamativos y caseros manteles en típicas mesas, atractivos toneles y sillas en las calles venecianas se hacen irresistibles para probar vino, pan y queso. Con Fiore, Vanni y Morgana somos parte de serpenteantes ríos de turistas y comerciantes de esta Venecia que se construyó sobre el atolón que era parte del archipiélago de centenar de islas que están unidas por 450 puentes, imagino el enorme de reto de su construcción hace más de 1, 600 años (Cuando Venecia era parte del Imperio Romano de Oriente - Siglo V), desde esa época el incesante comercio no cesa. Paseamos entre máscaras que ocultan la grandeza y glamur de las ricas familias que dominaron el comercio en ultramar. Voces en varios idiomas danzan en el aire, le dan una fastuosidad que es regiamente envolvente. La Plaza San Marcos es fascinante, amplia y bucólica. La cantidad de negocios y transacciones que debieron darse entre acuciosos comerciantes que traían especias del oriente y los mercaderes de varias partes del mundo armando convoyes conocidos como “la mude”.

Cuidado con el adorno que es de murano es el grito de mi mamá, se refería a su querido florero de intensos colores violetas y rojos y temía que con mi pelota de jebe la vaya a tumbar, lo miré de reojo y no le hice caso. Nunca había imaginado que estas artísticas piezas de cristal provenían de la isla Murano (una de las islas de Venecia) y hoy estoy admirando preciosos adornos que al contemplarlos te capturan y transportan a inquietantes lugares.

Cruzamos puentes de varios tamaños van enhebrando la trama de muchas historias, hasta que la figura de gondolero, los canales, las góndolas y el mar nos atrapa. Habíamos acariciado el sueño era ser parte del reflejo de este sol sobre el mar Adriático nos dejamos llevar, lánguidamente, por el suave rumor del remo del gondolero, miramos en retrospectiva y vemos como nuestras pasiones van dejando una estela en este encantador lugar.

Un ¡Gracias a la vida! Fue sentarnos a almorzar a la vera de unos de los canales de Venecia, la familia junta tomando un Pinot es una bendición que nos ofrenda Dios. Hay una tranquilidad diferente, mientras brindamos y el tierno pan nos regala un crujiente placer como antesala de las pasta y mariscos que se aproximan, miro al cielo y me digo

Algo bueno habré hecho para merecer este momento o tengo que hacer mejor las cosas para ser merecedor de tantos momentos de clara paz, de tener esta alegría diferente y conocida a la vez que me arruga el alma.

De lo que estoy seguro es que, ya no será “Venecia sin ti”.  

 



miércoles, 10 de enero de 2024

VIAJERO SILENTE - PARTE III - PARÍS

Hemos tomado el tren de Londres hacia el aeropuerto, caminar con cinco maletas, bolsos de manos y mochila no es muy fácil, pero, ya hemos adquirido práctica; así que, las maletas las ponemos en los estantes de los vagones y voy cuidando que no se resbalen o las tomen otros. Con los apuros de siempre, caminamos rápido para ubicar el counter de la línea para dejar el equipaje. Son largos corredores, pulcros, llamativos y de trecho en trecho con largas fajas para dar alivio al pasajero; todo nos ponemos pegados al lado derecho, uno detrás del otro (es algo que aprendí en el metro de UK) esto es, para que el que esté apurado pueda pasar sin empujar y sin retardo. Todo en inglés trato de memorizar el nombre de la línea aérea, mis hijas buscan una aplicación saber en qué t

erminal y número está el mostrador de la línea, solo, me queda esperar las indicaciones (tampoco tengo internet, mi Roaming no está activo para Europa, el plan de pago que tengo no lo cubre). Una más, para aprender. Ubicado el mostrador hacemos la sinuosa cola para entregar equipaje y documentos. Listo, ahora, a esperar la pantalla que nos indique la sala para abordar. Estamos mirando atentos, como si viéramos una carrera de caballos y las apuestas suben y bajan, hasta que apareció el número de vuelo y la sala. A caminar rápido de nuevo. Nos contamos y ya estamos los cinco sentados en el avión que parte a la hora, son las 21:05 h (pienso, en Perú son las 14:05 y papá debe de haber terminado de almorzar y está por hacer su siesta).
El avión planea sobre la encendida ciudad, en eso, una figura más que conocida “jala” toda mi atención es la Torre Eiffel. ¡Sí! La Torre Eiffel y la tengo debajo de mí, parece mentira. El aterrizaje es corto, pero, con excelente maniobrabilidad. El aire es el mismo, pero, es París. Incontables imágenes llenas de historias leídas en libros, vistas en películas y narradas por otros viajeros se adueñan de mi mente. Llegamos al hotel cerca de la medianoche, no hay atención de la cafetería. Preguntamos por algún lugar dónde comer o comprar, nos dan la dirección a unas cinco cuadras. Caminando juntos como un racimo de uvas damos nuestros primeros pasos en las calles parisinas. Hay gente en las calles que van ocupadas en lo suyo, no nos prestan mayor atención, eso, nos da tranquilidad. Ya en el autoservicio compramos pan, queso, jamón y agua mañana nos espera una grata jornada tenemos listos los tiques para subir a la Torre Eiffel.
Bajamos apresurados del metro y comenzamos a caminar rápido para no llegar atrasados. Al girar una de las esquinas vemos la imponente estructura metálica de la Torre Eiffel, la sentimos cálida, realmente, es una conocida que se torna amigable conforme nos acercamos. Cruzamos el Sena El sol luce espléndido y dibuja las sombras de cientos de personas que en perfecta formación de sierpe hacen fila para llegar al ascensor que nos subirá a la Torre. Primera sorpresa, el ascensor, solo, sube la primera planta nos quedan 347 escalones para llegar a la 2da planta. Morgana comienza a subir, rápidamente, con el ímpetu de sus casi seis años. Vamos tras ella y a su velocidad. Aprovechamos los descansos que tiene la escalera para admirar la preciosidad que es París y respirar. Morgana nos lleva a una velocidad que no queríamos, ni modo, hay que ir tras ella. Segunda planta con el aire que se nos escapa volvemos al ascensor y de allí, hasta la punta. ¡Que decirles! ¡Fabuloso! La imagen de Eiffel y su sueño se hace nuestro y pienso en los míos. Seguiré tras ellos, ahora, con más anhelo y decisión. Soñar en París todo se hace posible. La vista desde sus 330 m de altura es apoteósica, ver el diagrama de sus calmas calles y monumentos llenos de vida es un placer.
Descendemos con la alegría de ser parte de la historia, nuestra historia. Falta poco para la una de la tarde y nos espera Elqui y la dulce Françoise para almorzar. Un salmón en salsa ratatouille, preparada por el hombre que hace cincuenta años con su mochila en la espalda, maleta de cartón en una mano y su máquina de escribir en la otra se embarcó desde México para desarrollar su propia epopeya. Fue un almuerzo parisino rociado con un amable vino rosado y un soberbio dulce, la conversación fue derivando sobre el viejo Pacasmayo, aceptamos todas las exquisiteces y quedamos muy agradecidos por la fina amabilidad de François.
Elqui nos había ofrecido dar una vueltecita por el centro de la ciudad, así que, veríamos la Ciudad Luz a través de los ojos de aquél que vino como ave migratoria desde otro continente y que conoce la experiencia de la creatividad marginalidad y que, luego, fue adueñándose de un espacio y con la nueva lengua fortalecer su esencia y continuar con su autoconstrucción.
Nuestro primer punto fue el anfiteatro galo-romano la arena Lutecia (se escuchan las espadas de los gladiadores) pasamos por la rue donde vivió una época Ernest Hemingway en una de esas callecitas que tienen sabor a tiempo ido. Atrapados por la arquitectura parisina nuestros ojos tratan de captar el mínimo detalle. Elqui nos dice que estamos en la zona conocida como Barrio Latino (Quartier Latin) inmediatamente pensé que aquí vivían muchos latinoamericanos, menos mal que solo lo pensé. Elqui explica que esta zona tiene una rica tradición cultural y académica que proviene desde la Edad Media y el Renacimiento, porque, la enseñanza y educación superior se daba en latín, las instituciones académicas se establecieron en esta zona y fue punto de encuentro de académicos, profesores, estudiantes que hablaban latín. Ingresamos a la iglesia Saint-Étienne-du-Mont, una auténtica joya arquitectónica,
aquí están los restos de Blas Pascal. Transitamos por el Pantheón (Muchos
personajes franceses ilustres como Voltaire, Rosseau, Víctor Hugo, Maria Curie descansan en este impactante edificio neoclásico) Llenos de figuras y reseñas históricas sentimos que nos tocaba un rayito de luminosidad de esta ciudad donde se han dado trascendentales hechos históricos. Me quedé un momento contemplando la Facultad de Derecho de La Sorbona (Henry se hubiera quedado a estudiar). Seguimos por las calles de París y en cada recodo los cafés reclaman nuestra presencia. Elqui sigue avanzando con esa mirada que da la templanza de estar sumergido en esa continua lucha de vencer los espejismos y esa soledad que tienen las arenas de los médanos de Pacasmayo. Llegamos al bucólico Jardín de Luxemburgo, realmente, es un inmenso bosque con una serena laguna y perezosas que llaman a nirvana entre el verde que lo rodea. La gente camina plácidamente sin apremios ni apuro; el rumor de una fuente nos embelesa y es todo un espectáculo ver a la gente sentada en sus sillas alrededor de la fuente de Médicis para contemplar la belleza de las esculturas. Seguimos avanzando, mientras, el fabuloso Teatro Odeón nos hace un guiño. Ya estamos por la rue Crebillon llena de tienda de libros, antigüedades, sastrerías y más cafés. Ya por rue Tournon pasamos por llamativas galerías de arte. En la rue Saint Sulpice está la iglesia San Sulpicio (S. XVIII) las misas las realiza el arzobispo de París desde el incendio de Notre Dame. Y ¿el café? Para cuando, Morgana está que ubica todas heladerías que ve a su paso y sus ojitos reclaman ese disfrute de paladear el frío dulce. Hemos llegado a la Iglesia St. Germain-des-prés que está en plena remodelación. A un costado está el busto de Guillaume Apollinaire (caligramas) hecho por su amigo Picasso. Nos escabullimos por un costado y con el miedo que nos boten o llamen la atención ingresamos a la nave principal el golpe de colores, formas, luz, pinturas y estructuras fue maravilloso. Un breve reposo en las sillas de madera y esterilla se hace inevitable.
Incontables plazuelas adornadas por mesas con felices ocupantes, atractivas luces y aromas nos seducen. Primero el helado para Morgana, unas cervecitas y Cica colas en una bulliciosa esquina que deja sentir nuestros suspiros con la notable belleza admirada y extasiados por ser parte de lo que es historia en el mundo, no puedo olvidarme de que estoy en la Ciudad Luz. Repuestos iniciamos el final del recorrido entre tabaquerías, más cafés, motos, bicicletas; pero, todo es solaz, no hay angustia una tranquilidad que va en consonancia con el equilibrado color y formas que tiene París. Uno siente que las calles están hechas para uno. La fuente de Saint Michel nos roba parte de nuestras últimas admiraciones ¡Qué portento, qué belleza!
Ahora, a cruzar el Sena rumbo a Notre Dame, está en reconstrucción, por lo tanto, no se puede ingresar. Solo, nos queda admirar lo fastuoso de su fachada y la impresionante ingeniera de reconstrucción que están haciendo. Las miradas de las gárgolas son penetrantes y no pestañean. Regresamos al Sena por otro puente y bajamos por unas amplias escaleras a lo que vendría a ser el malecón y, allí, al lado, se desplaza perezoso el Sena. A las orillas hay personas que se reúnen de dos, tres y más para comer un bocata y su cerveza. También, hay personas junto a su soledad y vaya que la disfrutan al máximo. Conforme avanzamos los pasos de Elqui y los míos comienzan a tener el mismo compás y la conversación va derivando hacia ribetes que pulsan los mismos acordes, el puerto de Pacasmayo, la playa, el muelle, otro malecón; pero, lo que sí es igual en este momento es el infantil palpitar de la infancia que rompe espejismos y navega por el Sena junto a las nuevas pulsaciones que vendrán en el próximo recorrido de nuestras vidas. Vamos con el ritmo de un ligero atardecer que se refugia en el terso rumor del Sena. Nos vamos perdiendo en el sendero del paisaje para encontrarnos en el camino de la conversación.
La noche abraza a París que se llena de muchos puntitos brillosos un acordeón comienza a tejer la noche del lugar que alguna vez fue de los galos parisii.
Mañana Morgana tendrá una inmensa sorpresa por su próximo cumpleaños iremos a Disney y para cerrar el periplo tenemos una cita en el Louvre y nos despediremos visitando, nuevamente, a la cariñosa y elegante Torre Eiffel.
París en la dulce nostalgia de Elqui Burgoses la finura de un crossaint que reclama a un pan dulce serrano con miel y quesillo.

El avión parte de París, pero, París nunca se va de uno. 

lunes, 25 de diciembre de 2023

SUEÑOS DE SEDA





Mirada prisionera
acaricia seda prohibida.

Ojos seducidos
son náufragos perdidos 
en velamen de refinado vestido
mordaz ríe por ser él
quien acaricia piel deseada.

Un brindis pronunciado
opaca pasión irrestricta.
Prohibida señal
mece viento con perfume de orquídeas 
vuelan sonrisas en compás indiscreto.

Profanos requiebros en sutil melodía
un encarnado palpitar refleja cenit extraviado.
Un suspiro demanda por un instante 
puede ser un último hoy.

Vorágine nocturna perdida en distinguido escote
es portal turgente de suaves colinas 
son llamaradas en volcánico abismo.

Un sorbo eterno 
grita la caricia consentida
vibran yemas en piel ajena 
incendio de quimeras pasiones.
Abrazo de suspiros reconocidos
acercamiento prohibido
juegan alas de mariposa en flama encendida.

Cristal de perlas 
muerde ilusión en copa risueña.
Rubí encendido 
perdido por no sentir.

¿Emoción pasada?

Entelequias consentidas
solo queda 
soberbio desliz en caricia de prohibida seda.

Yacerá en tu lecho mi peregrina ilusión
no podrás detenerme.
Capricho consentido es brevedad de contenida exhalación
es más verdad 
que lo negado.
No serás mía
en un tuyo perdido
queda un huérfano cielo
no hay más.




 

lunes, 18 de diciembre de 2023

VIAJERO SILENTE - PARTE II - LIVERPOOL

 ********** EL VIAJERO SILENTE - PARTE II - LIVERPOOL  ******

Es verano del 65 y el calor de esa tarde nos baña sin pausa con un sol que ha tomado posesión del valle Tambo, Cocachacra está que arde. Sumergidos en la acequia turbia junto a mis amiguitos damos incansables zambullidas, formamos dispersas a ondas con cada brazada, junto a otras que llegan de un radio de onda corta es "I should have known better" de los Beatles (en esa época no sabía que significaba, la canción qu

e me ha enseñado mi amiguito Juan Carlos). Ahora, en el futuro del pasado de mi infancia o ¿en el pasado de mi futuro? Estoy en un viaje inmersivo, hemos llegado a Liverpool, el nombre me parece esos enormes titulares que salen en la pantalla del cine y me llenan toda mi visión mental. El viaje en tren desde Londres ha sido limpio, aséptico, tan veloz que ni se siente (250 km/h) hubo buen tino en escoger al hotel Astors en la zona de Belgravia, está cerca de una de las estaciones del metro y del tren (Estación Victoria, caminando uno llega al Palacio Buckingham), cruzamos grandes campos verdes, todo ordenado. Liverpool es una ciudad que tiene otro "swing" el andar de la gente tiene otro pulso y sus conversaciones son más alegres, animadas y dinámicas. Claro, como ahora voy en silencio escucho mejor; más aún, con la recomendación que nos hizo Morgana cuando, apenas, teníamos algunas horas en Londres, se dio cuenta de que todos hablan en inglés al escucharnos conversar levantó su manito pidiendo atención.
-¡Stop!
-No, Spanish.
Alguna vez (bueno, varias), me dijeron que no sea tan callejero ya que siempre buscaba una excusa para salir a la calle; esta vez, sonrío al recordar ese episodio y voy callejeando las calles de Liverpool que tienen un compás musical que driblea el tiempo y el fútbol (Liverpool FC, Everton) que es parte de su esencia. Sopeso las posibilidades de que alguno de los Beatles haya estado caminando por estas mismas calles y pienso que sí (al final, uno cree lo que quiere). Hemos llegado al lugar donde vamos a iniciar el tour en uno de esos buses de dos pisos que están estacionados en Strand St en un lado del malecón del río Darsey. Aquí, las emociones se juntan y llenan los asientos del bus que va a hacer un circuito de unas dos horas. Pasamos cerca del Hilton hotel, el St. George Hall es imponente, se usa como salas de teatro, reuniones y dependencias jurídicas. La Liverpool Philarmonic sede de la orquesta Filarmónica del Reino Unido, la Catedral de Liverpool; todos con singulares atractivos. De pronto llegamos a una rotonda y el guía nos señala una barbería “Tony Slavin” en la calle Smithdown nos dice con voz profunda:
―Aquí, se cortaban el cabello los Beatles cuando eran jóvenes. ―Todos miraron con más atención y muchos recordamos nuestros propios cortes de cabello en el peluquero del barrio. El guía es muy ameno y nos dice que estamos por llegar a la calle Penny Lane y que podremos bajar para tomarnos una foto. Descendemos con los corazones acompasados, esperamos nuestro turno para tomar las vistas históricas para la familia y comenzamos a retornar, en eso, la vocecita de Morgana.
―¿Hemos bajado, solo, para eso? ―Bueno, aún, debo seguir explicándole algunas cosas sobra la banda sonora de la vida de su “abu”.
Llegamos a Strawwberry Field y hay rejas que cuentan muchas historias. En el camino nos permiten tomar fotos de las casas de John, Paul y Ringo. Las casas se conservan, tal cual, desde décadas atrás; esto, porque, la arquitectura es muy similar y tienen un periódico y obligado mantenimiento que deben hacer los propietarios. Estando por concluir el tour, el guía se pone a cantar dos melodías de los Beatles con su ukelele nos llena de nostalgia y hace que su voz, cada vez, se parezca a ellos.
Terminada la travesía, a almorzar y de allí, al barrio de Cavern Quartier para llegar a Mathew St N°10 donde está the Cavern Club. Después, de pagar las entradas fuimos bajando las obscuras escaleras. Antes, esto fue una bodega, luego, su propietario lo convirtió en una taberna para imitar los bares subterráneos con música jazz franceses. Con varios arcos, techos bajos, todos de ladrillo fuimos siendo captados por el magnetismo Beatle. The Cavern es la versión reconstruida con parte de los miles de ladrillos de la original que fue derruida, se ubica en el mismo lugar (ocupa el 70%) que la primera y se ha respetado, escrupulosamente, la misma distribución. Aquí, tocaron antes de su destrucción bandas como Rolling Stone, Queen, Elton John, the Who, etc. Después, de su reconstrucción han hecho su intervención importante músicos de categoría mundial. Terminamos de bajar las escaleras y parece que estuviéramos en una especie de catacumbas, pero, aquí, hay mucha vibración musical y alegría en la gran cantidad de personas que están sentados en mesas tomando sus cervezas, fotos en los murales y en cada rincón de la caverna. En ese momento en el estrado está Craig L W, un joven desgarbado, alto, con el pelo sobre la frente y cuando comienza a cantar hace que imaginemos a un John en sus inicios, realmente, estás inmerso en la música. Miro a Nelia, a mis hijas y a Morgana y creo que por un momento están capturadas por los acordes que rebotan simétricamente entres estos arcos y paredes; finalmente, crees lo que quieres ver. El lugar es como para quedarse, pero, aún, nos falta seguir callejeando hacia las estatuas; salimos del barrio Cavern Quartier y entre grandes edificios neoclásicos llegamos al malecón para ver sonreír a cuatro jóvenes que siguen haciendo historia.
Pronto saldrá “Now and then” una canción inconclusa de John (década de los 70´) después, de la muerte de Lennon fue desarrollado por Paul, George y Ringo. La voz de John Lennon fue extraída de la maqueta original con IA. Esta sería la última creación de the Beatles.
La hora avanza y ya debemos retornar al terminal ferroviario para retornar a Londres. Ya no se escucha el característico traqueteo de los ferrocarriles de hace décadas, pero, el tenue zumbido de este tren eléctrico parece el remanso de una arcana acequia que sigue llevando las ondas de la música de mi infancia.

VIAJERO SILENTE PARTE VII

  VIAJERO SILENTE - PARTE VII - NÁPOLI   NÁPOLES (Spaccanapoli) Amanece en la “Ciudad Eterna” y nuestra troupe tiene dos considerables b...