sábado, 28 de junio de 2025

CUANDO EL CEREBRO PREFIERE GUARDAR BESOS Y NO NOMBRES (23)

Cuando el cerebro prefiere guardar besos y no nombres

Cuando el cerebro prefiere guardar besos y no nombres

Anoche, en un café con aroma suspendido, mi padre —mi enciclopedia humana de 95 años— me dio otra lección magistral. Disfrazada de anécdota, como siempre. La mesera nos observaba con curiosidad (¿serán hermanos, por el parecido?), mientras él, con esa mirada que atraviesa décadas, soltó la pregunta: 

—Dime, ¿por qué, se me olvidó un nombre que para mí es tan querido? 

Mientras, devoro mis ‘karamandukas’ —voy contando mentalmente las calorías—, me habló de ella: un amor de juventud, un ‘dolorcito con sabor a canción de bolero’. 

—En el velorio del señor… —comenzó—, me encontré a un amigo de mi juventud. Sin pensarlo, le dije: ¿Cómo está tu hermana? (esa chica que me hizo perder el sueño en 1950). Cuando, señaló a una señora de cabello plateado, mi mente hizo ‘crack’: el nombre se había esfumado. 

Roberto Ledesma sonaba en mi cabeza: "Qué raro, ayer te vi pasar... y a pesar de lo mucho que te amé, me puedes tú creer: se me olvidó tu nombre”. Papá tarareó la melodía y luego, con sonrisa pícara, dijo: 

—¿Será que ese bolero miente un poco? 

Le expliqué, lo que sé: la memoria emotiva (la que no falla) vive en la amígdala cerebral y el córtex prefrontal. Allí están los besos robados, las risas a escondidas. La memoria semántica (la olvidadiza) está en el hipocampo: es frágil, traicionera. 

—¿Es cómo recordar el sabor del tallarín saltado de tu mami, pero no la receta? —dijo él. 

—¡Exacto! —asentí, mientras devoraba mi cuarto ‘karamanduka´. 

Le hablé de Marcel Proust: La verdadera memoria no está en el intelecto, sino en el cuerpo. Papá lo demostró sin saberlo: recordaba la ternura de su mirada (memoria implícita), no su 'nombre' (memoria explícita). 

Entonces, vino su remate perfecto: 

—Quizás, olvidamos los nombres, pero el sentimiento queda. Como el aroma del primer café de la mañana. 

Hoy, mientras escribo, pienso que papá —con sus historias de café y boleros— enseña que la memoria no es un archivo polvoriento, sino un 'collage vivo'. Que: 

- Lo importante nunca se pierde: se transforma en silencios compartidos. 

- Los nombres son préstamos; las emociones, herencias. 

Y sí, papá lo sabe todo. Hasta cómo convertir una charla trivial en una clase de neurociencia afectiva. Con azúcar y nostalgia.  




sábado, 14 de junio de 2025

CUANDO LOS LBROS NOS LEEN: Una tumba, un renacimiento. (21)

Cuando los libros nos leen: una tumba, un renacimiento

**CUANDO LOS LIBROS NOS LEEN**. 

Entre el polvo de la biblioteca paterna, un viejo ejemplar de ‘Miguel Strogoff’ me detuvo en seco. Lo tomé para descartarlo —"ocupa espacio", "nadie lo lee"—, pero al abrirlo, el aroma del papel y mis torpes firmas de adolescente quebraron el tiempo. Reviví vecinos ya idos, partidos de fútbol, el vértigo de bailes juveniles donde rozar una mano era una epopeya. 

 



Estudios del University College London revelan que los olores y texturas activan la ‘corteza piriforme’, una región cerebral vinculada a la memoria emocional. Este libro no era solo papel: era una llave neuronal. Cada firma, cada mancha en sus páginas, funcionaba como un "punto de anclaje" que reactivaba redes completas de recuerdos. La neurocientífica Charan Ranganath explica en ‘Why We Remember’ (2024) que estos objetos actúan como ‘disparadores episódicos’, reconstruyendo no solo escenas, sino la esencia de quienes fuimos.  El antropólogo francés Marc Augé decía que los objetos cotidianos se vuelven ‘lugares de memoria’ cuando trascienden su función utilitaria. Mi padre, a sus 95 años, lo sabe: conservarlo no es acumulación, sino ‘resistencia´’. 

En la era de lo digital efímero, objetos como este —un libro subrayado, una carta— son quipus modernos que tejen pasado y presente. Mis firmas infantiles me enfrentaron a la identidad narrativa: aquel adolescente no soy yo, pero habita en mí, como escribió Pessoa.  El libro era un ‘espejo temporal’, testigo de todas mis versiones. Y en sus páginas resonaba la paradoja de Octavio Paz: “Al recordarnos, nos inventamos”. 

Hoy, cuando el ‘streaming’ y los algoritmos nos encadenan al presente, invito a buscar ese objeto —un juguete, un diario, un disco— que nos obligue a detenernos. No por nostalgia, sino por ‘soberanía cognitiva’. Como diría Hannah Arendt, "el único antídoto contra la tiranía del ahora es la memoria". 

Y, a mi padre, le diré algo distinto: "Guárdalo todo. Cada libro es una tumba y un renacimiento". 

 

 

 


sábado, 7 de junio de 2025

LA SABIDURÍA DE DETENERSE A TIEMPO (20)

La sabiduría de detenerse a tiempo


‘¿FORZAR LA MENTE HASTA QUEMARLA?’ La respuesta es una "Pausa Activa".**

En esta columna, descubrimos por qué ‘detenerse a tiempo’ no es pereza, sino sabiduría esencial. Cuando la fatiga cognitiva golpea, el autor elige mirar el jardín 🌿... y desbloquea una filosofía profunda:

✅Pausa Activa ≠ descanso pasivo**: Es un ‘acto consciente de reequilibrio’ que prioriza ‘el ser’ sobre ‘el hacer’.

✅Filosofía aplicada: Desde Josef Pieper hasta la ‘epoché’ fenomenológica: pausar es ‘reexperimentar el cuerpo’ y liberar la mente.

✅Resultados irrefutables: Rompe la ley de rendimientos decrecientes. Menos errores, más claridad y productividad *sostenible*.

🔥Frase clave:

> Para ‘hacer’ bien, primero debemos ‘estar’ bien"*.

📌Hay que desafiar la cultura del "siempre productivo". La verdadera eficacia nace de honrar nuestra humanidad. ¿Te atreves a detenerte?

🔗\#ProductividadConsciente #BienestarMental #FilosofíaDeVida #PausaActiva #EquilibrioLaboral

SONRISA FORZADA O GRITO SILENCIOSO (37)

SONRISA FORZADA O GRITO SILENCIOSO En una sociedad que valora la productividad y la alegría constante, a menudo pasamos por alto una for...