viernes, 15 de agosto de 2025

LA SABIDURÍA DE LA SILLA TAMBALEANTE. POR UN APRENDIZ DE 69 AÑOS (25)

Esta mañana, mientras el mundo sigue atrapado en su vorágine, yo cometí un acto de insumisión: estaba sentado en la silla del comedor y la incliné hasta apoyarla solo en dos patas. Por un instante, quedé suspendido, el riesgo de caer se convirtió en alegría pura. No era euforia, sino algo más profundo: la certeza de que, a veces, desobedecer las reglas del ‘deber ser’ es el camino más directo hacia uno mismo. 

 A mis 69 años, ese gesto aparentemente infantil me reveló algo esencial: el bienestar no es un destino, sino la artesanía de vivir despierto. No se encuentra en grandes conquistas, sino en estos pequeños atajos, donde el tiempo se quiebra y todas nuestras edades convergen: el niño curioso, el joven rebelde, el anciano que sabe que la vida es frágil y hermosa. 

 Nos han vendido el bienestar como un lugar: "Llegarás cuando tengas X, cuando logres Y". Pero, yo les digo, desde mi silla tambaleante: es una forma de caminar. Es la decisión de: 

- Buscar grietas en la rutina (como saborear el café y hacer eterno el primer sorbo). 

- Escuchar el coro de tus propias voces interiores (esa soledad, donde te sientes más acompañado). 

- Regalarte alegrías sin justificación (bailar solo, reírte de nada, equilibrar sillas). 

 Esta insumisión no es violencia, sino poesía práctica. Es rebelarse contra la tiranía de lo establecido: contra quienes dicen ‘a tu edad, eso no se hace’. ¿Acaso no es más absurdo envejecer como mueble arrinconado, sin desafiar la gravedad? 

Hoy propongo un manifiesto mínimo: 

1. Practica micro-rebeliones: rompe un hábito trivial (usa calcetines distintos, escribe con la mano izquierda). 

2. Habita tus grietas: cuando la nostalgia llame, no la ahuyentes. Invita a tu yo de 10 años a conversar con el de hoy. 

3. Regálate existencia: la alegría más verdadera es la que nace de darte permiso para ser. 

Al levantarme de la silla, comprendí que no buscaba equilibrio, sino la libertad de tambalearme sin miedo. El bienestar no es una meta: es el arte de caer hacia arriba o ver que las raíces hacen cosquillas al cielo. 

¿Te atreves a desestabilizarte? 

 

 

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