sábado, 18 de octubre de 2025

EN LA COLA DEL PESIMISMO: ¿Qué nos roba la paz en la fila del pan? (39)

Andrés va rápido a comprar el pan del domingo. Está contento, pensando en el café que disfrutará con sus hijos y nietos. Sin embargo, al hacer la cola, escucha a la gente desconocida hablar de las extorsiones que azotan el país. Pequeños negocios son amenazados; choferes son asesinados para imponer cuotas y disputas territoriales con bandas rivales. No hay seguridad policial. El ministro del interior comenta que la llegada de delincuentes extranjeros hace extrañar a los nacionales. La corrupción política y el tráfico caótico completan el cuadro sombrío. Cuando Andrés regresa a su desayuno familiar, ya no es el mismo hombre tranquilo.

Este hecho va más allá de una queja puntual. Revela una "dialéctica de la desesperanza". Un ciclo donde los problemas reales (como la inseguridad) chocan con la impotencia, sin generar una salida constructiva. La queja se convierte en el lenguaje común, creando una narrativa colectiva autoderrotista. El filósofo Byung-Chul Han lo explica como una "violencia neuronal" por el exceso de estímulos negativos.

La neurociencia añade que esta negatividad no solo se escucha, se ve y se siente: hombros caídos, miradas evasivas. Este lenguaje corporal refleja y a la vez alimenta un estado de alerta constante (activando la amígdala), generando un estrés crónico y desgastante que luego llevamos a nuestras familias, alterando el ambiente en el hogar.

Históricamente, no siempre los temas de conversación diaria fueron tan negativos. La actual saturación mediática y el aumento alarmante de la criminalidad, como lo muestran las estadísticas oficiales que reportan miles de extorsiones y asesinatos solo en Lima en 2025, amplifican la sensación de caos y peligro constante, un caldo de cultivo para la angustia social.

Frente a esto, surge una pregunta crucial: ¿Somos solo víctimas? El pesimismo en la cola del pan, aunque comprensible, es también un acto que renuncia a construir micro-espacios de paz. Como enseñó Viktor Frankl, la última de las libertades humanas es "la actitud con que enfrentamos un destino que no elegimos".

Así, las colas para comprar el pan se convierten en escenarios de catarsis colectiva, donde el disgusto social se desahoga y se multiplica, afectando no solo el ánimo individual, sino también la calidad de las relaciones interpersonales inmediatas, cerrando un círculo difícil de romper sin un cambio profundo en el entorno y en nuestro propio diálogo interno. Romper este ciclo exige, primero, la valentía de proteger nuestra paz interior como un bien preciado y, segundo, la audacia de sembrar, en la pequeña parcela de realidad que nos toca, una semilla de diálogo diferente.

 


 

domingo, 12 de octubre de 2025

VIVIENDO TODAS MIS VIDAS: El Arte de Morir para Renacer (38)

VIVIENDO TODAS MIS VIDAS: El Arte de Morir para Renacer

 Se dice que morimos varias veces antes de la muerte final. Morimos cuando la infancia se esfuma, cuando un amor se va, cuando perdemos a quien era nuestro pilar. Cada despedida, es una pequeña muerte. Pero, he aquí el secreto: tras cada una, renacemos.

El filósofo Nietzsche lo llamaba "aprender a morir": soltar lo que fuimos para transformarnos en una versión más fuerte. Esta idea conecta con el concepto budista del "no-yo", que plantea que no existe una identidad permanente. Lo que llamamos "yo" es un flujo constante de experiencias en transformación, y aferrarse a una identidad fija es la principal fuente de sufrimiento. Las "pequeñas muertes" que experimentamos son la prueba de este flujo natural. No somos un cuadro terminado, sino un lienzo donde las capas de pintura se superponen, se mezclan y a veces se raspan para dar espacio a nuevas formas y colores.

La vida está marcada por transformaciones constantes que funcionan como muertes y renacimientos. Gabriela, al dejar su pueblo, ve morir a la hija dependiente para dar paso a la mujer independiente. El hombre que pierde su trabajo después de veinte años entierra al profesional definido por su cargo, pudiendo renacer como emprendedor o alguien que prioriza su familia.

Estos cambios no solo ocurren en hitos grandes. La madre que se queda sola cuando su último hijo se va a la universidad entierra su rol de cuidadora full-time para renacer como la mujer que redescubre sus pasiones. El amigo decepcionado que deja de ser complaciente mata a su yo que siempre decía "sí", renaciendo como alguien con límites más sanos y auténtico. Cada final contiene la semilla de un nuevo comienzo.

El verdadero desafío no es evitar estas "pequeñas muertes", sino transitar conscientemente el duelo que provocan. Como decía el filósofo Alan Watts, aferrarse a lo que ya no es tan inútil, es como intentar atrapar el aire con la mano: solo conduce al agotamiento. Aceptar que todo cambia no es resignarse, sino liberarse.

 Aferrarse a identidades que ya no nos representan —como el "estudiante eterno" o la "novia abandonada"— nos condena a vivir como fantasmas del pasado. La sabiduría no está en olvidar quiénes fuimos, sino en integrar al niño, al adolescente y al adulto que fuimos como capítulos de un mismo libro, escuchando lo que cada uno tiene para decir sin que ninguno domine.

Estas "muertes" no nos restan, sino que suman capas a nuestra existencia. Cada final es un necesario comienzo que nos revela nuestra resiliencia. La pregunta clave es: ¿Quién debo dejar morir hoy para renacer? La respuesta nos invita a participar conscientemente en la obra de arte en evolución constante que es nuestra vida.


 

domingo, 5 de octubre de 2025

SONRISA FORZADA O GRITO SILENCIOSO (37)

SONRISA FORZADA O GRITO SILENCIOSO


En una sociedad que valora la productividad y la alegría constante, a menudo pasamos por alto una forma sutil y engañosa de sufrimiento: la depresión silenciosa. No es la tristeza obvia que todos podemos reconocer. Es un susurro, una sombra que se esconde detrás de una sonrisa forzada y una vida aparentemente normal.

Imagina a Javier, un colega que siempre parece ocupado. Siempre, está en la oficina y cumple con sus plazos. Sin embargo, lo que no ven es que cada tarea es una lucha monumental. Ha dejado de jugar fulbito los fines de semana y rechaza las invitaciones a tomar algo. Cuando se le pregunta, solo dice: "Estoy cansado". No es una mentira, es la verdad de su agotamiento mental.

Piensa en Patricia, una amiga que parece tenerlo todo bajo control. Se ríe en las reuniones y hace bromas, pero su sonrisa no llega a sus ojos. En el fondo, una voz interna despiadada le susurra: "No eres suficiente. Nada de esto importa". Se levanta por la mañana con el mismo cansancio con el que se acostó. Ha dejado de cocinar, algo que amaba, y ahora se conforma con cualquier cosa, o incluso no come.

La depresión silenciosa se manifiesta a través de señales que a menudo se disfrazan de simple apatía o mal humor. Es la pérdida de interés en lo que antes nos apasionaba, la fatiga constante que no mejora con el descanso, los cambios en el apetito y el sueño, y un aislamiento gradual, no por elección, sino por la carga que supone interactuar con otros. Es la irritabilidad que surge de la nada, una sensación de estar fastidiado con el mundo.

El peso de “la máscara” nos habla de una profunda desconexión entre el ser auténtico y la persona que el mundo exige que seamos. Jean-Paul Sartre argumentaba que a menudo actuamos de mala fe (mauvaise foi), negando nuestra propia libertad y autenticidad para encajar en los roles que la sociedad nos asigna. La "sonrisa forzada" es el epítome de esta mala fe: una máscara que nos colocamos para ocultar, incluso a nosotros mismos, el vacío o el dolor que sentimos. Nos convencemos de que "estamos bien" porque es lo que se espera, pero, ese acto de negación incrementa la alienación y el sufrimiento. El grito silencioso es, entonces, la protesta del alma aprisionada, que anhela ser escuchada detrás de la fachada de normalidad.

Si te identificas con Javier o Patricia, es hora de reconocer que tu dolor es real.

El primer paso es validar tus propios sentimientos. El siguiente es romper el silencio: habla con alguien de confianza, busca ayuda profesional. Un terapeuta puede ofrecerte herramientas para entender y manejar estos sentimientos. No necesitas una crisis para pedir ayuda. Los pequeños actos de autocuidado, también cuentan. Sal a dar un paseo corto, bebe un vaso de agua, come algo nutritivo. Cada uno de estos gestos es una pequeña victoria que te acerca a recuperar tu luz interior.

 


 

sábado, 27 de septiembre de 2025

CÓMO ESCAPAR DE LA TRAMPA DE TUS PENSAMIENTOS (36)

 

CÓMO ESCAPAR DE LA TRAMPA DE TUS PENSAMIENTOS

Imagina a tu cerebro como un disco de vinilo. A veces, la aguja se queda atascada en un surco, repitiendo la misma parte de la canción una y otra vez. “Debería haber dicho esto”, “No soy lo suficientemente bueno”, “¿Qué hubiera pasado si...?”. Ese bucle infinito de pensamientos negativos es lo que los neurocientíficos llaman rumiación.

 

No es solo una metáfora. Desde las neurociencias, la rumiación ocurre cuando nuestra red neuronal por defecto —el "piloto automático" del cerebro— se atasca. Esta red se activa cuando divagamos, cuando soñamos despiertos o cuando nos perdemos en nuestros pensamientos. En su estado natural, nos ayuda a procesar información y a ser creativos. Pero, cuando se queda atrapada en el mismo recuerdo o preocupación, nos arrastra hacia un estado de estrés y ansiedad. Es como tener una conversación interminable con un crítico interno que no para de juzgarte.

 La rumiación constante tiene un costo tangible:

Muchas veces, te quedas atrapado pensando en un problema, pero la angustia te impide tomar una decisión o actuar. Por ejemplo, pasas dos semanas dando vueltas sobre si enviar o no un correo importante revisando cada frase. El estrés es tan grande que al final no lo envías, perdiendo una oportunidad.

 

El diálogo interno de "no puedo" o "seguro que sale mal" mina tu confianza y, efectivamente, aumenta las probabilidades de que el resultado sea negativo.

¡Ojo! El cuerpo no distingue entre una amenaza real y una imaginaria. El cortisol constante debilita tu sistema inmunológico, altera tu sueño y te deja exhausto.

Pero, hay buenas noticias: no tienes que vivir atascado en ese bucle. La clave es sacar a tu cerebro del piloto automático y anclarlo al presente. Puedes lograrlo a través de acciones simples, pero poderosas:

Cambia de foco: Concentra toda tu atención en una tarea. Lava los platos, resuelve un crucigrama, sal a caminar, dibuja, haz ejercicio. Cualquier cosa que exija tu concentración servirá para romper el ciclo.

 Sé un detective de tus pensamientos: Cuando notes que estás rumiando, hazte una pregunta clave: “¿Me ayuda este pensamiento a resolver algo?”. La mayoría de las veces, la respuesta es no. Aceptar esa realidad es el primer paso para soltarlo.

La técnica de la hoja en el río: Visualiza cada pensamiento negativo como una hoja flotando en un río. Pon el pensamiento en esa hoja y observa cómo se aleja. No lo juzgues ni lo critiques; simplemente déjalo ir.

La próxima vez que la aguja de tu cerebro se quede atascada, recuerda que tienes el poder de moverla. No se trata de eliminar los pensamientos negativos, sino de aprender a no darles el control. Se trata de recuperar el presente.

 


domingo, 21 de septiembre de 2025

EL ARTE DE PERDERSE - 35

 El arte de perderse: crónica de un flâneur

 

La ciudad no se recorre; se habita en movimiento. Hoy, como hace décadas, subo a un bus sin destino. Las esquinas limeñas me reciben con su garúa y su caos. Decidir no doblar, elegir la ruta arbitraria, es el primer acto de libertad del día.

 Desde la ventana, el mundo se desdibuja. Apuesto por una gota de agua que compite por sobrevivir en el vidrio. ¿Ganará? No importa. Lo que vale es el juego efímero, la belleza trivial que solo ve quien mira sin prisa.

 


La Lima de hoy ya no es la de mis veinte años. Los balcones hablan de abandono; las personas, de desconexión. Caminan agachadas sobre sus pantallas, aisladas en medio del ruido. Pero, aún quedan cómplices: el color que irrumpe en una fachada, el árbol viejo que cruza su mirada con la mía. Ellos me devuelven la fe.

 A mis 69 años, he aprendido que no se camina para llegar, sino para estar. Soy peregrino sin altar, filósofo sin academia. Flâneur, sí, pero también sabedor de que cada paso es un reencuentro con quien fui.

La ciudad sigue ahí, esperando a que alguien levante la vista y la lea. Yo sigo aquí, recordando que a veces perderse es la única manera de encontrarse.

 Un hombre, una ventana, una gota de lluvia. La vida pasa afuera, y a veces basta con mirarla correr para sentirnos vivos.

domingo, 14 de septiembre de 2025

EL CEREBRO EN LLAMAS: CÓMO LA MEDITACIÓN PUEDE SALVARNOS. (34)

El cerebro en llamas: cómo la meditación puede salvarnos en tiempos violentos 

Imaginemos dos escenas cotidianas en Arequipa: 

William, un ejecutivo de 45 años, revisa su celular a las 6:00 a.m. mientras toma un café pasado. Tiene tres reuniones clave, un informe pendiente y, para colmo, acaba de enterarse de que un competidor está bajando los precios. Su mente es una vorágine de estrategias, fechas límite y el temor latente de que un error suyo afecte a su equipo. Mientras, conduce a la oficina, la radio habla de un nuevo caso de sicariato en Paucarpata. Su respiración se acelera. 

Rosa, una madre soltera de Cerro Colorado, hace malabares para llegar a fin de mes. Entre el precio del pollo, el miedo a que extorsionen a su negocio de venta de emoliente y sándwich y la tarea de su hijo que no entiende, su cabeza no para. Anoche, en su barrio, balearon a un vecino por negarse a pagar "cupo". Duerme con el celular bajo la almohada, por si acaso. 

La neurociencia explica que, en este estado la amígdala, el centro de detección de amenazas, se hiperactiva, silenciando la corteza prefrontal, el área responsable de la toma de decisiones racionales. Esta respuesta primitiva nos hace gritar internamente ¡Corre o muere!, incluso en situaciones cotidianas, y si el cerebro no descansa, la vida se convierte en un ciclo interminable de ansiedad.

Pero, aquí entra un antídoto milenario, respaldado tanto por monjes tibetanos como por escáneres cerebrales: la meditación. No hablamos de convertirnos en gurús, sino de entrenar la mente para ‘observar el miedo sin ser arrastrados por él’. 

Recuerda que: ‘No nos afecta lo que pasa, sino lo que nos decimos sobre lo que pasa’. La meditación es la herramienta que nos permite ‘hacer una pausa’ entre el estímulo (un mensaje de extorsión, una noticia violenta) y la reacción (el pánico, la parálisis). 

Para empezar, se proponen tres sencillos pasos:

Respira, aunque sea por un minuto: Al sentir que el mundo se derrumba, detente y cuenta cuatro inhalaciones y seis exhalaciones. Esto activa el nervio vago, que calma el cuerpo y la mente.

Cuando aparezcan tus pensamientos negativos, míralos pasar como nubes. No los alimentes.

Camina con atención: Transforma el acto de caminar en una meditación en movimiento. Presta atención a cada paso, al suelo y al aire, una práctica especialmente útil en una ciudad donde el caos es la norma.

En Arequipa, donde la violencia intenta robarnos la paz, meditar no es un lujo, es un acto de supervivencia. Cada vez que William o Rosa eligen respirar en lugar de reaccionar, le roban un momento de lucidez al caos. Como dijo el filósofo Alan Watts: "No puedes detener las olas, pero puedes aprender a surfear".


 

domingo, 7 de septiembre de 2025

UN VÍNCULO INVISIBLE ENTRE EL DOLOR Y EL INTESTINO (33)

Un vínculo invisible entre el dolor y el intestino


La vida de Henry como la de muchos, es un mapa de transiciones. La jubilación trajo un silencio que los viajes no logran llenar, y ahora, la partida de su padre —su faro y compañero— lo deja anclado en un dolor que se arraiga en lo más profundo de su ser. Pero, esta angustia no es solo emocional: investigaciones recientes demuestran cómo el duelo literalmente se instala en el corazón y los intestinos.

El cerebro de Henry pasa por una tormenta bioquímica. El estrés crónico eleva sus niveles de cortisol, lo que desencadena una cascada de efectos. El nervio vago, esa autopista neural que conecta mente e intestino, se ve comprometido. En condiciones normales, este diálogo constante entre ambos “cerebros” regula desde el estado de ánimo hasta la digestión. Pero, cuando el cortisol interrumpe esta comunicación, el ecosistema intestinal —ese universo de 100 billones de bacterias— se desordena.

Las bacterias beneficiosas disminuyen, mientras que las inflamatorias proliferan, reduciendo la producción de neurotransmisores de la felicidad.
Pero, Henry tiene más control del que cree. La neuroplasticidad señala que cada elección puede reconfigurar su biología:
1.    Realizar 5 respiraciones profundas (inhalar en 4 segundos, aguantar 7, exhalar en 8 segundos cada mañana antes de desayunar. Esto reduce inflamación, equilibra la energía y ayuda a aprovechar mejor los nutrientes de las comidas.
2.    Consumir alimentos fermentados como té de kombucha o encurtidos vegetales, la avena con manzana, actúa como fertilizante para la flora intestinal, así se generan bacterias productoras de GABA, el neurotransmisor de la calma.
3.    Convertir las memorias de su padre en un proyecto tangible —un libro de su vida, un podcast compartiendo sus enseñanzas— transforma el duelo en un acto de creación, activando circuitos cerebrales de recompensa que contrarrestan el estrés.

Las noches serán duras, pero cuando Henry sienta ese nudo en el estómago al recordar a su padre, entenderá que es una señal: su cuerpo clama cuidado, no rendición. Como dijo Rilke, el dolor guarda nuestros umbrales. Al atender esa conexión entre su tristeza y su cuerpo, Henry, no solo sana hoy —siembra fortaleza para los días por venir.

Un nuevo comienzo no es olvidar, es recordar con una sonrisa en el corazón y la fortaleza que nace desde el interior, incluso desde ese vínculo invisible con su intestino.


EN LA COLA DEL PESIMISMO: ¿Qué nos roba la paz en la fila del pan? (39)

Andrés va rápido a comprar el pan del domingo. Está contento, pensando en el café que disfrutará con sus hijos y nietos. Sin embargo, al hac...