martes, 20 de mayo de 2025

Cuando el espejo miente y la sabiduría no alcanza

Cuando el espejo miente y la sabiduría no alcanza


Cuando el espejo miente y la sabiduría no alcanza

Estaba con Juan, los dos con más de seis décadas encima, exhaustos al borde de la canchita de fulbito. Entre sorbos de agua y bromas ácidas, enumeramos lo que el tiempo nos robó: velocidad en las piernas, pelo en la cabeza, respeto en la mirada de los jóvenes. Hasta mis propios amigos de la universidad no me reconocieron en una reunión —confiesa Juan—. Dijeron que ya no era el galán de antes. Leí en una obra de Eduardo Congrains que dos grandes amigos comenzaron a envejecer... uno de ellos, se vació los ojos para recordarse siempre jóvenes. Eran Demócrito e Hipócrates.

Lo miro sorprendido. ¿Arrancarse los ojos? ¿Para no ver cómo el tiempo desdibuja los rostros queridos?  ¿Para fijar en la mente la imagen eterna de la juventud?

Ese gesto brutal me hace reflexionar: ¿por qué tememos tanto envejecer? ¿Por qué, incluso hoy, hay quienes arriesgan su vida para parecer más jóvenes?

Demócrito se arrancó los ojos para negar la decadencia física y “ver” más, por eso, propuso la teoría atómica. Hoy, en cambio, “nos arrancamos arrugas con ácido hialurónico” para negar lo mismo, pero sin buscar sabiduría. 

Vivimos en una cultura que idolatra la imagen. Lo bello es joven, y lo viejo se vuelve invisible. La vejez —que antes era respeto— hoy incomoda, se esconde, se maquilla. Se olvida que, los años, traen sabiduría, calma y la libertad de no tener que demostrar nada. Un estudio de la Universidad de Yale (2022) reveló que el 73% de adultos mayores sienten que son invisibles en espacios públicos. En Japón, los ancianos superan el 30% de la población, se les venera; en Occidente, se les esconde en “residencias”. 

Quizás, como Demócrito, haya que cegar los ojos del cuerpo para abrir los del alma. O quizás, baste con aprender a mirar diferente. Ver la belleza en lo vivido, en lo que permanece cuando todo lo demás cambia.

Porque, hay amistades que, aunque el tiempo las desgaste, siguen jugando el mismo fulbito de siempre. Solo que ahora, los goles se celebran con carcajadas o recuerdos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

CUANDO EL CEREBRO PREFIERE GUARDAR BESOS Y NO NOMBRES

Cuando el cerebro prefiere guardar besos y no nombres Cuando el cerebro prefiere guardar besos y no nombres Anoche, en un café con aroma s...