viernes, 15 de agosto de 2025

DEL "Mi mamá me mima" al "Mar que me invento". La escritura como acto de libertad (29)


El 'mi mamá me mima' es la cuna, el primer chapuzón en el mar de las palabras. A los cinco años, el libro Coquito me dio el abecedario, un juego mecánico de sílabas y garabatos. Era un lenguaje funcional, pero en ese ejercicio monótono sucedió la primera revelación: las letras dejaron de ser simples signos para convertirse en puertas. Como cuando mi padre me soltó en las olas de Pacasmayo, entendí que el verdadero aprendizaje es un impulso inicial para luego bailar a tu manera.

 

Se dice que solo el 1% de las personas escribe literatura. No es que sean genios: son los que decidieron ver en las palabras no solo herramientas, sino ‘ladrillos de mundos nuevos’. *Coquito* me dio el alfabeto, pero fue la escritura emocional —esa que recomiendan los terapeutas, la que no juzga comas ni metáforas— la que me enseñó que podía expulsar rabia en un cuaderno o dibujar con adjetivos el olor a salitre de mi infancia. Sancho Panza al lado de don Quijote, esta escritura libre es el compañero rudo pero leal que nos prepara para lo otro: la literatura, donde lo visceral se labra con paciencia de artesano. 

Nadie escribe desde el vacío. Mis primeras frases tenían el ritmo de los cuentos que me leían, igual que mi padre, al soltarme en el mar, confiaba en que yo ya sabía flotar, porque él antes me había sostenido. Escribir es pagar esa deuda invisible: usar lo aprendido para construir algo personal. ¿Por qué resistirse? Si millones aprendimos con *Coquito*, ¿cuántos universos faltan por narrarse? Un poema sobre la tienda de la esquina, un relato de la abuela que habla con las plantas, un diario donde el insomnio se vuelve personaje. 

Instrucciones para empezar

1.Descubrir primero: Subraya frases de libros que te estremezcan. 

2. Escribir feo: Permítete textos caóticos; la literatura llegará después. 

3. Buscar tu Pacasmayo: ¿Qué paisaje, real o inventado, te hace sentir como ese niño frente al mar? 

El lenguaje no es solo para informar: es para “hacer aparecer” lo que no se puede decir en voz alta. El 99% usa palabras para navegar; el 1% restante las convierte en barcos. ¿A qué playa llegarás? 

¿Y tú? ¿Qué mundo guardas en la punta de los dedos?
 

EL ENOJO QUE NOS ENFERMA (28)

El enojo que nos enferma

La mañana amanece fría y con prisa. Son las 7:17 AM y en una esquina cualquiera de la ciudad, dos autos acaban de chocar. No es un accidente grave —pequeñas rayaduras y abolladuras— pero, lo que sigue es un espectáculo tan predecible como peligroso: dos conductores salen de sus vehículos convertidos en volcanes humanos, la sangre hirviéndoles en las venas, las palabras afiladas como cuchillos. 

Lo que ninguno de ellos sabe es que, mientras discuten, sus cuerpos libran una batalla invisible. 

En el instante del impacto, sus cerebros activaron la amígdala cerebral —esa región diseñada para salvarnos de algún peligro, pero no de imprudencias viales— y comienza a liberar adrenalina y cortisol a raudales. El problema no es la reacción inicial —es biología pura— sino lo que viene después: el enojo que se estanca, que se rumia, que se alimenta a sí mismo. Mientras estos hombres se insultan, el cortisol sigue fluyendo, debilitando sus defensas inmunológicas, inflamando sus arterias, alterando su presión arterial. Es un veneno de acción lenta, y ellos lo beben voluntariamente. 

Estudios en Harvard y Stanford lo confirman: un episodio de ira intensa puede: 

- Triplicar el riesgo de un ataque al corazón en las siguientes dos horas. 

- Debilitar el sistema inmunológico por hasta 24 horas. 

- Acelerar el envejecimiento celular. 

Y lo más irónico: todo esto ocurre mientras el objeto de su furia —el otro conductor— sigue su vida, ajeno al daño que ha desatado. 

¿Cómo Romper el Ciclo?

Respira antes de reaccionar: Tres segundos inhalando, seis exhalando. Es el tiempo que necesita el cerebro para "desactivar" la amígdala. 

Cambia el guion: En lugar de ¡Me arruinó el día!, prueba con: "Fue un susto, pero estoy bien". 

Usa el humor: "Este tipo maneja como si tuviera un avión esperándolo". Reír reduce el cortisol al instante. 

Vivimos en una ciudad donde el estrés es el pan de cada día, donde el tráfico, la economía y las prisas nos vuelven bombas de tiempo emocionales. Pero cada vez que elegimos envenenarnos con ira, pagamos un precio que va más allá de un día arruinado: es nuestra salud la que está en juego. 

La próxima vez que el volcán de tu enojo amenace con entrar en erupción, recuerda: ‘el único que, siempre sale perdiendo eres tú.  

LA TIRÁNICA DIFICULTAD DE DECIR "NO" (y cómo revertirla) (27)

La tiránica dificultad de decir “no” (y cómo revertirla)

Cada vez que ingreso a una tienda de ropa, algo en mí se encoge. No es el precio lo que me aterra, sino el momento en que la dependienta se acerca y exclama: ¡Le queda perfecto! Preguntar cuánto cuesta se siente como firmar un contrato tácito. Si luego no lo compro, su mirada decepcionada me hace sentir un traidor. ¿Por qué algo tan simple —decir "no, gracias"— se convierte en un suplicio? 

Antropológicamente, somos prisioneros de la reciprocidad. Como explicó Marcel Mauss en *El don*, los intercambios crean ‘deudas simbólicas’. Al tocar la prenda y aceptar el elogio, activamos un ritual ancestral: la vendedora ofrece un ‘regalo’ (atención, halagos), y rechazarlo rompe el pacto social. En culturas como la nuestra —tejidas sobre la cordialidad—, negarse equivale a una pequeña herejía. 

Neurológicamente, la culpa tiene dirección precisa: la amígdala dispara alertas ante el posible conflicto (¿me verá grosero?), mientras el núcleo accumbens. anhela la recompensa de ser bueno y aceptado. Decir "sí" libera dopamina (placer inmediato); el "no" exige que la corteza prefrontal domine esos impulsos, un esfuerzo que cansa. 

Pero, hay un antídoto, el pensamiento estoico:

1. Dicotomía del control: "Lo que depende de ti es tu decisión; lo que no, es su reacción". Comprar o no es tu ‘esfera de control’*; su decepción, no. 

2. Virtud sobre apariencia: ¿Es justo contigo mismo gastar por presión? La templanza estoica prioriza necesidades reales sobre halagos efímeros. 

3. Ama tu destino: Si su rostro se nubla, acepta ese malestar como parte natural de la vida. Como escribió Séneca: El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional. 

Liberarse de la Jaula de la Cordialidad. 

Decir "no" no es egoísmo: es ‘integridad negociada’. La auténtica libertad nace al soltar la tiranía de la aprobación ajena. Hoy, en un mundo hiperconectado, este acto es más revolucionario que nunca. 

La próxima vez que una camisa le quede "perfecta", recuerde: usted no debe nada. Sonreír, agradecer y declinar con firmeza no es rudeza, sino el coraje de vivir conforme a la razón. Como resumía Epicteto: Si buscas la libertad, aprende a decir no. O seguirás siendo un esclavo. 

 

LOS AUSENTES QUE HABITAN EN MÍ (26)

Cuando a quienes amamos se hacen parte de nosotros

En el trajín diario, en la incesante prisa de nuestro "ahora", pocas veces nos damos permiso para una pausa. Una pausa para la quietud, para ese viaje íntimo hacia nuestro interior. Y es precisamente allí, en ese espacio sagrado, donde habitan silenciosamente aquellos que ya no caminan a nuestro lado, pero que, de alguna forma mágica, jamás se fueron.

Piensen en ello: ¿cuántas veces han sentido la presencia de la abuela al preparar una receta, la voz de un amigo en un consejo repentino, o la risa de un ser querido en un momento de alegría? No es una mera memoria; es una reverberación profunda, una extensión de su ser dentro del nuestro. Es fascinante cómo lo que alguna vez estuvo en el "mundo exterior" —la mirada tierna, el abrazo sincero, la lección aprendida— ahora reside en nuestro "mundo interior", tejido en la fibra misma de lo que somos.

Desde la neurociencia, sabemos que cada experiencia, cada interacción, modela nuestras redes neuronales. Las personas que amamos, que nos enseñaron, que nos desafiaron, no solo nos dejaron recuerdos; dejaron huellas químicas y conexiones eléctricas que nos transformaron. Son, literalmente, parte de nuestra arquitectura cerebral, influyendo en nuestras decisiones, en nuestras emociones, en nuestra percepción del mundo. Como decía el filósofo Martin Buber, "El Yo se hace en el Tú". Somos, en gran medida, la suma de nuestros encuentros.

Y desde una visión más filosófica, ¿acaso no es un lujo extraordinario haber coincidido en este sendero vital con almas que nos regalaron su confianza y su cariño? Fuimos inmensamente privilegiados. Nos hicieron más grandes, más completos, más humanos. Cada alegría compartida, cada tristeza superada con su apoyo, nos esculpió. No solo nos enseñaron a vivir; nos mostraron la belleza de ser, de amar y de trascender.

Así que, la próxima vez que el mundo les pida correr, deténganse. Respiren hondo. Cierren los ojos. Y permitan que ese eco interior, ese susurro de gratitud los inunde. Es una conexión inquebrantable, una certeza de que, aunque el cuerpo se ausente, la esencia de aquellos que nos moldearon vive por siempre en el santuario de nuestra alma. Un lujo, sí, un milagro cotidiano.

 

LA SABIDURÍA DE LA SILLA TAMBALEANTE. POR UN APRENDIZ DE 69 AÑOS (25)

Esta mañana, mientras el mundo sigue atrapado en su vorágine, yo cometí un acto de insumisión: estaba sentado en la silla del comedor y la incliné hasta apoyarla solo en dos patas. Por un instante, quedé suspendido, el riesgo de caer se convirtió en alegría pura. No era euforia, sino algo más profundo: la certeza de que, a veces, desobedecer las reglas del ‘deber ser’ es el camino más directo hacia uno mismo. 

 A mis 69 años, ese gesto aparentemente infantil me reveló algo esencial: el bienestar no es un destino, sino la artesanía de vivir despierto. No se encuentra en grandes conquistas, sino en estos pequeños atajos, donde el tiempo se quiebra y todas nuestras edades convergen: el niño curioso, el joven rebelde, el anciano que sabe que la vida es frágil y hermosa. 

 Nos han vendido el bienestar como un lugar: "Llegarás cuando tengas X, cuando logres Y". Pero, yo les digo, desde mi silla tambaleante: es una forma de caminar. Es la decisión de: 

- Buscar grietas en la rutina (como saborear el café y hacer eterno el primer sorbo). 

- Escuchar el coro de tus propias voces interiores (esa soledad, donde te sientes más acompañado). 

- Regalarte alegrías sin justificación (bailar solo, reírte de nada, equilibrar sillas). 

 Esta insumisión no es violencia, sino poesía práctica. Es rebelarse contra la tiranía de lo establecido: contra quienes dicen ‘a tu edad, eso no se hace’. ¿Acaso no es más absurdo envejecer como mueble arrinconado, sin desafiar la gravedad? 

Hoy propongo un manifiesto mínimo: 

1. Practica micro-rebeliones: rompe un hábito trivial (usa calcetines distintos, escribe con la mano izquierda). 

2. Habita tus grietas: cuando la nostalgia llame, no la ahuyentes. Invita a tu yo de 10 años a conversar con el de hoy. 

3. Regálate existencia: la alegría más verdadera es la que nace de darte permiso para ser. 

Al levantarme de la silla, comprendí que no buscaba equilibrio, sino la libertad de tambalearme sin miedo. El bienestar no es una meta: es el arte de caer hacia arriba o ver que las raíces hacen cosquillas al cielo. 

¿Te atreves a desestabilizarte? 

 

 

EL ARTE DE PASEAR CON UNO MISMO (24)

El arte de pasear con uno mismo

Hay mañanas en las que caminar no es solo moverse, sino ‘habitarnos’. El hombre que recorre el parque al alba, respirando el aroma fresco de las hierbas, no avanza hacia un destino, sino hacia sí mismo. Los recuerdos llegan como flechas que lo visitan sin aviso: amigos que fueron hermanos, risas que aún resuenan, versiones de su yo que parecen aguardarlo en los pliegues del tiempo. No es nostalgia; es filosofía en acto. 

San Agustín escribió (me trae recuerdos de mi universidad, la UNSA), el pasado no se va, sino que ‘reside en la memoria, presente en su presente’. Este paseante no huye del hoy, sino que expande su ahora al dejar que lo vivido dialogue con él, una manera de darse la mano entregando memorias. No es un escape, sino una forma superior de atención, cercana a lo que Bergson llamó ‘duración’: ese tiempo elástico —me hace recordar a la masa que estiraba mamá para hacer su keke— donde los momentos no se suceden, sino que se insertan. 

Hay algo de Nietzsche en este ritual. Si el eterno retorno fuera cierto, cada evocación sería un reencuentro necesario. Es como estar sentado en la mesa del alma con nuestros otros yoes. Pero, también hay algo de Proust: el perfume de las plantas actúa como la magdalena que desencadena un mundo o cuando percibimos el dulce aroma de alguna golosina de nuestra infancia, nos trae de inmediato las caritas de nuestros amiguitos y las calles por donde hicimos palomillada y media. El hombre no recuerda; vive de nuevo, y al hacerlo, se recompone. 

En esta época obsesionada con la productividad, detenerse a conversar con las propias sombras parece un lujo, una costumbre obsoleta. Pero, es en realidad, un acto de rebeldía. Schopenhauer decía que solo quien escucha su interior accede a la verdadera libertad. Este paseante lo sabe: su caminata no es ocio, sino ‘el arquitecto de un ser completo. 

Al final, el parque no es un lugar, sino un espejo. Y sus árboles, testigos mudos de ese diálogo eterno que, desde Heráclito hasta hoy, sigue siendo la única brújula fiable: el arte de ser, aquí y ahora, todos los que fuimos.

El pasado no se pierde; habita en uno. Caminar con él no es retroceder, sino aprender a respirar entre tiempos.

 

jueves, 10 de julio de 2025

LA CALLE YA NO ES NUESTRA (22)

 LA CALLE YA NO ES NUESTRA 

Recuerdo cuando la calle era nuestra. Esa franja de asfalto desgastado donde la pelota rodaba y los arcos eran dos piedras, y el partido solo se detenía cuando pasaba la mamá de algún amigo. Donde al anochecer, los mismos que horas antes gritaban goles ahora compartían cigarrillos robados y secretos adolescentes. Hoy, al volver, solo veo filas de autos, edificios sin rostro y vecinos que ni se miran. 

El cambio ocurrió mientras creíamos que progresábamos. Primero llegaron más autos, ocupando el espacio donde antes jugábamos. Luego, las casas se transformaron en edificios. Los vecinos de toda la vida se fueron o se encerraron. Los nuevos habitantes ni siquiera saludan. La seguridad que antes era cosa de todos, ahora se contrata. 

Hemos pagado caro este ‘progreso’. Cambiamos las charlas en las veredas por mensajes de WhatsApp; pasamos de partidos callejeros por gimnasios caros; renunciamos a la confianza del barrio por cámaras de vigilancia. Perdimos algo que ni sabíamos que teníamos: un lugar donde ser parte de algo. 

¿Queremos ciudades para autos o para personas? ¿Edificios inteligentes o barrios con alma?

La neurociencia explica por qué extrañamos tanto esos recuerdos: el cerebro graba las vivencias infantiles con especial intensidad emocional y, al perder esos espacios, el cerebro activa los mismos circuitos del duelo (Eagleman). La filosofía alertó este fenómeno: Marc Augé vio este fenómeno y lo denominó los "no-lugares", mientras, que Gehl , al observar el impacto social los llamó 'calles hostiles'.

Hay un fundamento esperanzador: Aristóteles decía que somos animales sociales por naturaleza, y las neuronas espejo nos impulsan a buscar conexión. Aunque, las calles cambien, la necesidad biológica y filosófica de pertenencia persiste. La nostalgia no es solo melancolía, sino una reivindicación neurológica y filosófica de espacios con significado humano.

La calle de mi infancia ya no existe. Pero, su recuerdo me hace preguntar: ¿Qué estamos construyendo en su lugar? ¿Realmente queremos vivir así? Quizás, si miramos bien, aún queden esquinas donde sembrar nuevas calles. Unas, que vuelvan a ser nuestras. 
 

sábado, 28 de junio de 2025

CUANDO EL CEREBRO PREFIERE GUARDAR BESOS Y NO NOMBRES (23)

Cuando el cerebro prefiere guardar besos y no nombres

Cuando el cerebro prefiere guardar besos y no nombres

Anoche, en un café con aroma suspendido, mi padre —mi enciclopedia humana de 95 años— me dio otra lección magistral. Disfrazada de anécdota, como siempre. La mesera nos observaba con curiosidad (¿serán hermanos, por el parecido?), mientras él, con esa mirada que atraviesa décadas, soltó la pregunta: 

—Dime, ¿por qué, se me olvidó un nombre que para mí es tan querido? 

Mientras, devoro mis ‘karamandukas’ —voy contando mentalmente las calorías—, me habló de ella: un amor de juventud, un ‘dolorcito con sabor a canción de bolero’. 

—En el velorio del señor… —comenzó—, me encontré a un amigo de mi juventud. Sin pensarlo, le dije: ¿Cómo está tu hermana? (esa chica que me hizo perder el sueño en 1950). Cuando, señaló a una señora de cabello plateado, mi mente hizo ‘crack’: el nombre se había esfumado. 

Roberto Ledesma sonaba en mi cabeza: "Qué raro, ayer te vi pasar... y a pesar de lo mucho que te amé, me puedes tú creer: se me olvidó tu nombre”. Papá tarareó la melodía y luego, con sonrisa pícara, dijo: 

—¿Será que ese bolero miente un poco? 

Le expliqué, lo que sé: la memoria emotiva (la que no falla) vive en la amígdala cerebral y el córtex prefrontal. Allí están los besos robados, las risas a escondidas. La memoria semántica (la olvidadiza) está en el hipocampo: es frágil, traicionera. 

—¿Es cómo recordar el sabor del tallarín saltado de tu mami, pero no la receta? —dijo él. 

—¡Exacto! —asentí, mientras devoraba mi cuarto ‘karamanduka´. 

Le hablé de Marcel Proust: La verdadera memoria no está en el intelecto, sino en el cuerpo. Papá lo demostró sin saberlo: recordaba la ternura de su mirada (memoria implícita), no su 'nombre' (memoria explícita). 

Entonces, vino su remate perfecto: 

—Quizás, olvidamos los nombres, pero el sentimiento queda. Como el aroma del primer café de la mañana. 

Hoy, mientras escribo, pienso que papá —con sus historias de café y boleros— enseña que la memoria no es un archivo polvoriento, sino un 'collage vivo'. Que: 

- Lo importante nunca se pierde: se transforma en silencios compartidos. 

- Los nombres son préstamos; las emociones, herencias. 

Y sí, papá lo sabe todo. Hasta cómo convertir una charla trivial en una clase de neurociencia afectiva. Con azúcar y nostalgia.  




sábado, 14 de junio de 2025

CUANDO LOS LBROS NOS LEEN: Una tumba, un renacimiento. (21)

Cuando los libros nos leen: una tumba, un renacimiento

**CUANDO LOS LIBROS NOS LEEN**. 

En la biblioteca de mi padre, un viejo 'Miguel Strogoff' me detuvo. El aroma a papel y mis firmas de adolescente me llevaron a un viaje inesperado al pasado, reviviendo recuerdos.

Los objetos cotidianos activan nuestra memoria emocional, sirviendo como "espejos temporales" que conectan nuestras versiones pasadas con la actual. En la era digital, estos encuentros son actos de "soberanía cognitiva".

Este libro me reveló una profunda verdad sobre la memoria y la identidad.

 





sábado, 7 de junio de 2025

LA SABIDURÍA DE DETENERSE A TIEMPO (20)

La sabiduría de detenerse a tiempo

🧠

‘¿FORZAR LA MENTE HASTA QUEMARLA?’ La respuesta es una "Pausa Activa".**

En esta columna, descubrimos por qué ‘detenerse a tiempo’ no es pereza, sino sabiduría esencial. Cuando la fatiga cognitiva golpea, el autor elige mirar el jardín 🌿... y desbloquea una filosofía profunda:

✅Pausa Activa ≠ descanso pasivo**: Es un ‘acto consciente de reequilibrio’ que prioriza ‘el ser’ sobre ‘el hacer’.

✅Filosofía aplicada: Desde Josef Pieper hasta la ‘epoché’ fenomenológica: pausar es ‘reexperimentar el cuerpo’ y liberar la mente.

✅Resultados irrefutables: Rompe la ley de rendimientos decrecientes. Menos errores, más claridad y productividad *sostenible*.

🔥Frase clave:

> Para ‘hacer’ bien, primero debemos ‘estar’ bien"*.

📌Hay que desafiar la cultura del "siempre productivo". La verdadera eficacia nace de honrar nuestra humanidad. ¿Te atreves a detenerte?

🔗\#ProductividadConsciente #BienestarMental #FilosofíaDeVida #PausaActiva #EquilibrioLaboral

sábado, 31 de mayo de 2025

LA CONVERSACIÓN COMO LEGADO: LA MESA FAMILIAR (19)


COLUMNA SEMANAL "La Conversación como Legado: La Mesa Familiar". https://diarioviral.pe/.../la-conversacion-como-legado-la... ¡Donde el tiempo se detiene y las historias cobran vida!

Un bisabuelo de 95 y una bisnieta de 7 demuestran que las historias compartidas son el verdadero legado. Descubre por qué "en la mesa no se envejece". Un recordatorio de que los ausentes nunca se van del todo cuando sus historias siguen vivas.

Es tiempo de apagar el celular y encender la conversación.

La Conversación como Legado: La Mesa Familiar

En nuestro almuerzo dominical, cada detalle es un ritual sagrado: los asientos que guardaban memoria de quienes ya no estaban, los cubiertos que alguna vez sostuvieron manos, ahora ausentes. Mi padre, de 95 años, preside la mesa como bisabuelo es un patriarca sereno, Sus palabras, lentas pero cargadas de peso, aún llevaban ese no se discute de cuando éramos niños. Morgana -la bisnieta de 7 años- sorprende a todos al relatar con precisión las anécdotas familiares, interrumpiendo a veces para corregir un detalle olvidado: ‘No “abu”, primero fue el “calaverita”, después el tío Infantes’. Su voz aguda, cargada de una seguridad que desafía sus pocos años, teje el puente más improbable: entre los 95 años del bisabuelo y su floreciente infancia.

Los italianos tienen razón al decir ‘a tavola non si invecchia’ —en la mesa no se envejece—. No es que el tiempo se detenga, sino que, en ese espacio sagrado conviven todas las épocas: el bisabuelo que cuenta, la bisnieta que aprende, y los que ya no están, pero cuyas risas y dichos aún resuenan cuando alguien dice ‘el tío Mauro, siempre iniciaba sus cuentos diciendo: en los años 20 y la tía le decía ‘cambia de año, por favor’ o ‘Mamá preparaba el tallarín saltado como ella sola’.

Como escribió la filósofa Hannah Arendt, ‘el mundo se mantiene vivo a través de las historias’. Y la neurociencia lo confirma: estudios de la U. de Princeton revelan que estas conversaciones activan las redes cerebrales de la memoria y la empatía, tejiendo un puente entre generaciones. 

En un mundo que corre sin pausa, estos almuerzos son nuestra resistencia. Donde los platos se comparten, las historias se heredan, y los ausentes siguen teniendo lugar. La próxima vez, que se sientan a comer, apaguen el celular. Pregunten por esa historia repetida mil veces. Y si hay un niño cerca, déjenlo interrumpir: está aprendiendo a ser el próximo narrador. Él mantendrá viva la llama de quienes ya no están, pero que, en la mesa familiar, nunca se van del todo. 

#Legado #Familia #Historias #MesaSagrada #Conectar

 


sábado, 24 de mayo de 2025

CUANDO EL CUERPO TOMA LA PALABRA: ES SABIDURIA MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN (18)

Cuando el cuerpo toma la palabra: Es sabiduría, más allá de la razón


COLUMNA SEMANAL "Cuando el cuerpo toma la palabra:https://diarioviral.pe/opinion/cuando-el-cuerpo-toma-la-palabra-es-sabiduria-mas-alla-de-la-razon-42374. Es sabiduría, más allá de la razón"
Estaba mal acompañado por un día de fiebre y garganta irritada, siguiendo mi rutina automática… hasta que la música de Santana entró en mí. Sin planearlo, mi cuerpo bailó. No fue un acto de voluntad, sino de vida.
En esta columna, reflexiono sobre cómo el cuerpo sabe lo que la mente ignora: desde el Wu Wei taoísta hasta el élan vital de Bergson, pasando por Nietzsche, Camus y Sartre. No somos solo razón; somos carne que siente, que baila, que recuerda su existencia incluso cuando la mente se pierde en el ruido del mundo.
¿Te ha pasado? ¿Tu cuerpo ha tomado la palabra cuando menos lo esperabas? Te invito a leer (y a escuchar esa sabiduría silenciosa que late bajo la piel). 👇
🔗 https://diarioviral.pe/opinion/cuando-el-cuerpo-toma-la-palabra-es-sabiduria-mas-alla-de-la-razon-42374
#CuerpoYMente #FilosofíaDeVida #SabiduríaCorporal

martes, 20 de mayo de 2025

¿ORIGINAL O EVOLUCIÓN? (17)

 ¿AUTÉNTICO O ADAPTADO?

https://diarioviral.pe/opinion/autentico-o-adaptado-42041



La batalla entre la tradición y la evolución en nuestro paladar y memoria

Jacinto, pacasmayino nato, frunce el ceño ante el cebiche limeño: ‘En mi puerto, el verdadero cebiche, jamás llevó culantro ni kion. Esto son inventos modernos’. Su reclamo, aparentemente sencillo, revela una paradoja profunda: aquello que él defiende como 'original' fue, en su tiempo, una innovación.



En los años 50, el cebiche de Pacasmayo se preparaba con los ingredientes locales. Hoy, la migración y el comercio global han traído nuevos elementos. ¿Es esto una traición o la evolución natural de una tradición viva?

Investigaciones de Stanford revelan que los sabores de la infancia forjan conexiones neuronales intensas. Probar una versión modificada de un plato familiar no solo afecta nuestro gusto, sino que desafía nuestra identidad. Un estudio revelador de la Universidad de Lima (2023) halló que el 68% de los peruanos vincula ciertos sabores con su pertenencia. Alterarlos se siente como una amenaza a la memoria colectiva. "Defender una receta 'original' es defender un fragmento de nuestra historia personal", explica la antropóloga Carla Díaz.

Nos resistimos a aceptar que el ají de gallina surgió del mestizaje culinario y la lúcuma en postres es fruto del encuentro de culturas. Mientras, Jacinto defiende su cebiche ‘puro’, la realidad nos muestra que toda tradición fue, en su origen, una innovación. El cebiche precolombino se hacía con tumbo, no con limón. La papa a la huancaína primigenia llevaba queso fresco, no el queso amarillo actual. Paralelamente, migrantes peruanos en Tokio crean versiones del cebiche con el dashi.

Como escribió Octavio Paz: ‘La tradición no es adorar las cenizas, sino mantener viva la llama’. Aprendamos del eterno mar de Pacasmayo, siempre el mismo en el abrazo con sus olas que se renuevan una y otra vez.

Cuando el espejo miente y la sabiduría no alcanza (16)

Cuando el espejo miente y la sabiduría no alcanza


Cuando el espejo miente y la sabiduría no alcanza

Estaba con Juan, los dos con más de seis décadas encima, exhaustos al borde de la canchita de fulbito. Entre sorbos de agua y bromas ácidas, enumeramos lo que el tiempo nos robó: velocidad en las piernas, pelo en la cabeza, respeto en la mirada de los jóvenes. Hasta mis propios amigos de la universidad no me reconocieron en una reunión —confiesa Juan—. Dijeron que ya no era el galán de antes. Leí en una obra de Eduardo Congrains que dos grandes amigos comenzaron a envejecer... uno de ellos, se vació los ojos para recordarse siempre jóvenes. Eran Demócrito e Hipócrates.

Lo miro sorprendido. ¿Arrancarse los ojos? ¿Para no ver cómo el tiempo desdibuja los rostros queridos?  ¿Para fijar en la mente la imagen eterna de la juventud?

Ese gesto brutal me hace reflexionar: ¿por qué tememos tanto envejecer? ¿Por qué, incluso hoy, hay quienes arriesgan su vida para parecer más jóvenes?

Demócrito se arrancó los ojos para negar la decadencia física y “ver” más, por eso, propuso la teoría atómica. Hoy, en cambio, “nos arrancamos arrugas con ácido hialurónico” para negar lo mismo, pero sin buscar sabiduría. 

Vivimos en una cultura que idolatra la imagen. Lo bello es joven, y lo viejo se vuelve invisible. La vejez —que antes era respeto— hoy incomoda, se esconde, se maquilla. Se olvida que, los años, traen sabiduría, calma y la libertad de no tener que demostrar nada. Un estudio de la Universidad de Yale (2022) reveló que el 73% de adultos mayores sienten que son invisibles en espacios públicos. En Japón, los ancianos superan el 30% de la población, se les venera; en Occidente, se les esconde en “residencias”. 

Quizás, como Demócrito, haya que cegar los ojos del cuerpo para abrir los del alma. O quizás, baste con aprender a mirar diferente. Ver la belleza en lo vivido, en lo que permanece cuando todo lo demás cambia.

Porque, hay amistades que, aunque el tiempo las desgaste, siguen jugando el mismo fulbito de siempre. Solo que ahora, los goles se celebran con carcajadas o recuerdos.

El aula del futuro: inteligencia artificial y el nuevo rostro de la humanidad (15)

El aula del futuro: inteligencia artificial y el nuevo rostro de la humanidad



 El aula del futuro: Inteligencia artificial y el nuevo rostro de la humanidad

En una escuela de China, los niños no inician el día con libros, sino colocándose cintillos con sensores cerebrales. Estos dispositivos miden su atención en tiempo real. El profesor ve los resultados al instante, y también los padres, a través de un chat. Así nace una nueva era educativa: el aula inteligente, o quizá el aula vigilante.

 La IA en la educación altera la formación infantil, al influir en el desarrollo social, moral y neurológico del cerebro, planteando interrogantes sobre el impacto de un aprendizaje medido algorítmicamente. China ha apostado por formar desde la infancia a ciudadanos familiarizados con la IA, preparados para liderar en automatización, robótica y aprendizaje automático. Una generación que no solo use la tecnología, sino que piense desde ella. Mientras tanto, países como Francia han optado por restringir celulares en las aulas. Otros limitan el uso de pantallas para proteger la atención, fomentar la lectura y cuidar la niñez.

 Pero ¿será suficiente en un mundo donde la IA ya es parte de la estructura del futuro?

 Se está formando una brecha generacional: entre los que crecen con tecnología educativa avanzada y los que no. ¿Estarán mejor preparados unos, o los otros habrán evitado una educación reducida a datos y estadísticas?

 La IA educativa personaliza el aprendizaje, pero privatiza la humanidad: optimiza rendimientos mientras erosiona empatías. El verdadero examen no será de conocimientos, sino de qué sacrificamos en el altar del algoritmo.



Nos acercamos a un momento clave. Las nuevas generaciones no aprenderán sobre IA, crecerán dentro de ella. La cuestión no es si permitirla, sino cómo integrarla sin perder lo esencialmente humano.

El aula del futuro no será una escuela, sino una fábrica de humanos 2.0. Nuestra misión: asegurar que la esencia humana sobreviva a la revolución algorítmica.

LA PARADOJA DEL CAMINO DESCONOCIDO (13)

 La Paradoja del Camino Desconocido




Llegaba a casa como siempre y, de pronto, este pensamiento irrumpió, como un destello: "Para ir a un lugar que no conoces, debes ir por el camino desconocido”. Venía de regreso de una clase en la “Escuela de Narración Oral de Françoise Vallaeys”, curso en el que me inscribí precisamente para navegar en aguas desconocidas, probarme en un arte distinto y mantener la mente fresca.

Y ahí estaba la paradoja: justo porque había elegido lo nuevo, esa frase resonó con tanta fuerza. Era como conversar con Heráclito, quien sentenciaba: "Nadie se baña dos veces en el mismo río", o escuchar el susurro de Kierkegaard: "La vida solo puede entenderse hacia atrás, pero debe vivirse hacia adelante".

El cerebro se resiste a lo nuevo, prefiriendo la comodidad de la “inercia cognitiva”. Vivimos atados a las rutinas, en “piloto automático”: por la mañana, lo primero es revisar el celular; tomamos la misma ruta al trabajo; respondemos automáticamente “Estoy bien”, aunque no sea del todo cierto.

La neuroplasticidad solo se activa con lo novedoso. Por eso, hace tiempo que saboteo mi propia inercia. Ahora, a veces, me visto empezando por los zapatos, en lugar de la camisa o el pantalón. ¡Una tontería, dirás! Pero ese pequeño cambio de orden altera ligeramente la secuencia automática grabada en mi cerebro. Exploro calles nuevas; ayer, al perderme deliberadamente, encontré un café desconocido. Sentado, me cuestioné: "¿Hago esto por costumbre o por elección?".

En la incomodidad inicial de probar algo distinto, sé que encontraré un camino gratificante, así como al volver a ser principiante en un curso, al escuchar en lugar de criticar, o al escribir a pesar del miedo.

La inercia nos susurra: "Quédate aquí, donde estás seguro". Pero las mejores historias nacen cuando nos atrevemos a salir del guion.

Sigo caminando, mientras me pregunto: ¿Qué otro sendero desconocido puedo tomar?

LAS PANTALLAS Y EL CEREBRO (12)

 Pantallas y cerebro: ¿una relación tóxica?

ttps://edicion.diarioviral.pe/edicion-12-4-2025 Pag. 15




En la era digital, las pantallas se han convertido en una extensión de nuestro cuerpo: Vivimos pegados a pantallas, pero la ciencia alerta sobre su impacto cerebral:  Las miramos al despertar, mientras trabajamos, e incluso antes de dormir. Pero ¿qué le hace esta exposición constante a nuestro cerebro? La neurociencia revela efectos profundos —y preocupantes— en la cognición, las emociones y hasta en nuestra estructura cerebral.

Las pantallas nos bombardean con estímulos simultáneos (notificaciones, videos, chats), favoreciendo la atención parcial continua, un estado en el que el cerebro salta entre tareas sin profundizar en ninguna. Según estudios del Massachusetts Institute of Technology, esto reduce la capacidad de concentración en un 40% y agota la corteza prefrontal, área clave para la toma de decisiones y el pensamiento crítico.

Cada like o mensaje activa el sistema de recompensa cerebral, liberando dopamina —el mismo mecanismo de las adicciones—. Investigaciones de la Universidad de California muestran que los usuarios compulsivos de redes sociales presentan patrones neuronales similares a los de dependientes a sustancias, con craving (ansia) cuando se desconectan.

"La luz azul de las pantallas inhibe la melatonina, retrasando el sueño REM (clave para memoria y emociones), dejando el cerebro más cansado y vulnerable al estrés (Nature). En niños, el exceso de pantallas perjudica el desarrollo: retrasa el lenguaje (por falta de interacción real) y reduce el autocontrol (al debilitar zonas cerebrales que gestionan la impulsividad). La OMS recomienda evitarlas antes de los 2 años."

Cómo protegerse 

Pausas: 30 minutos sin pantallas cada 2 horas. 

Modo nocturno: activarlo de noche. 

Priorizar lo analógico: conversaciones sin móviles, deporte, naturaleza. 

El cerebro se adapta, pero necesita límites. ¿Estamos usando las pantallas o ellas nos usan a nosotros?  

EL MUSEO DE LAS SOMBRAS PERFECTAS (14)





El museo de las sombras perfectas

El Museo de las Sombras Perfectas

Un domingo cualquiera, Clara abrió Instagram por enésima vez. Su mente registró, una tras otra, las vidas perfectas de los demás:

   Ana, sonriente con un atuendo que desbordaba glamur.

   Carlos tomando café en un restaurante exclusivo.

Clara miró su pantalla: un selfi tomado tras seis intentos, el filtro suavizando sus ojeras. —¿Por qué mi vida no luce así? —pensó, borrando por segunda vez el borrador de su historia. No quería mostrar su pequeño cuarto, su café instantáneo ni, mucho menos, la soledad de su domingo.

Lo que Clara ignoraba era que Carlos había pedido aquel café, solo para la foto, dejándolo intacto por su precio exorbitante. Y que Ana había llorado antes de lucir aquel atuendo, tras descubrir la infidelidad de su novio.

Todos eran actores en el mismo juego: exhibir lo que no eran.

—Si no publico ¿existió? Bromea la gente, pero en el fondo, lo creen.

El cerebro de Clara, como el de todos, está programado para compararse. Cada "like" activa su corteza prefrontal, haciéndole creer que la aprobación es oxígeno, y los filtros engañan a su amígdala cerebral, distorsionando su realidad.

—Pero, si todos saben que es mentira, ¿por qué seguimos haciéndolo?

En una esquina, Sartre observaba la escena, murmurando: "El infierno son los otros". No por maldad, sino porque vivimos esclavizados por sus miradas.

Un martes, Clara publicó una foto sin filtros: rostro cansado, café instantáneo. El pie de foto: “Hoy, solo soy yo”.

Para su sorpresa, fue su publicación más comentada.

   Gracias por ser real, escribió alguien.

   “Me pasa igual", confesó otro.

Nietzsche, junto a Jean Paul, comentó: Tienes que caerte para descubrir que siempre estuviste parado en el suelo.

Clara siguió usando redes, pero ya no vivía para ellas. Comprendió que:

  • La ropa cara no otorga confianza, sino deudas.
  • Los filtros no borran las arrugas, sino la verdad.

Porque, al final, lo único que realmente existe es lo que nunca se publica.

lunes, 19 de mayo de 2025

EL CORAZÓN ROTO: CUANDO EL DOLOR SE VUELVE ANATOMÍA (11)

 El corazón roto: cuando el dolor se vuelve anatomía.

https://edicion.diarioviral.pe/edicion-5-4-2025 🔍Pag. 15







Hay un instante en que el pecho parece desgarrarse. No es metáfora: es el síndrome del corazón roto, una herida que la ciencia nombra cardiomiopatía de Takotsubo y el amor, "corazón hecho pedazos". Las neurociencias revelan que el cerebro, ante una pérdida afectiva, activa la misma red neuronal del dolor físico. El hipotálamo desata una tormenta de adrenalina, el ventrículo izquierdo del corazón se aturde y deforma, como un puño que se cierra hasta ahogarse.

Cuando Raúl vio a Lina, su amada, con Oscar, su rival, sintió ese frío que quita la vida. El dolor se alojó en su pecho, mientras el cortisol y la adrenalina inundaban su sangre, la serotonina se esfumaba y el sistema nervioso simpático convertía cada recuerdo amoroso en un electroshock. La amígdala, encargada del miedo, disparó señales de terror. Su corazón, confundido por el caos hormonal, bailó desacompasadamente el vals "Infiel" de Carmencita Lara. No se quebró, pero se contrajo en espasmos silenciosos, como el ave que musita enjaulada.

Al día siguiente, en el hospital, el médico habló de "cefalea emocional" y "arritmia por estrés". Raúl insistía en el dolor en el pecho, pero los exámenes mostraban la verdad: su músculo cardíaco tenía la forma de takotsubo, esa vasija japonesa que atrapa pulpos.

¿Cómo explicar que un órgano se encoja como un animal acorralado?

El cuerpo es sabio. La neuroplasticidad demuestra que, tras seis semanas, las dendritas reconectan rutas alternativas. El Takotsubo es temporal, un molde de dolor que, al secarse, renace con vitalidad.

El síndrome del corazón roto denota que el amor no habita solo en metáforas: se hace tangible. Una caricia activa la corteza somatosensorial; un rechazo, la ínsula y el cíngulo anterior. Quizás por eso, cuando Raúl escuchó tiempo después “su canción” en la radio, ya no sintió el pecho oprimido. Solo un ligero hormigueo, como de raíces creciendo bajo tierra o ¿cenizas?

DEL "Mi mamá me mima" al "Mar que me invento". La escritura como acto de libertad (29)

El 'mi mamá me mima' es la cuna, el primer chapuzón en el mar de las palabras. A los cinco años, el libro Coquito me dio el abeceda...