miércoles, 29 de octubre de 2025

EN PILOTO AUTOMÁTICO (40)

En piloto automático

EN PILOTO AUTOMÁTICO

Al final de un largo día, estás parado frente al abrumador listado de menú de una pizarra de comida, terminas pidiendo lo de siempre. Un email importante lleva días sin respuesta, aunque sabes que deberías ocuparte. Quieres empezar ese hobby, pero al tener una hora libre, el sofá y el scroll infinito te vencen sin esfuerzo. No es pereza. No es falta de claridad. Es un fenómeno mental tan común como desgastante: ‘la fatiga decisional’.

Nuestros días son un maratón de microelecciones invisibles. Desde la primera taza de café hasta el último mensaje de WhatsApp, cada "¿qué hago?" consume un pequeño fragmento de nuestra energía mental. La neurociencia lo explica con elegancia y precisión: la corteza prefrontal, nuestro “CEO interno” encargado del razonamiento complejo y la voluntad, funciona con una reserva limitada de glucosa y atención. Como un músculo, se cansa.

Al agotarse, el cerebro, en un acto de pura eficiencia evolutiva, activa su ‘modo de supervivencia’. Para evitar el colapso, delega en los sistemas automáticos: los hábitos. Es entonces cuando nos refugiamos en la inercia, evitamos lo que nos demanda esfuerzo y, paradójicamente, dejamos de lado lo que más nos importa. Como explica la neurocientífica Nazareth Castellanos, el remedio no es esforzarse más, sino ‘decidir mejor, decidiendo menos’.

La solución no está en buscar una fuerza de voluntad sobrehumana, sino en ser estrategas de nuestra propia mente. He aquí una fórmula cognitiva, basado en la ciencia y la práctica:

Automatiza lo trivial, como un uniforme. Barack Obama y Mark Zuckerberg popularizaron la idea de vestir siempre de manera similar. No es una cuestión de estilo, sino de neuroeconomía: eliminar una decisión diaria libera recursos para lo crucial. Aplica este principio en el desayuno, rutina de ejercicio o la planificación de sus comidas. Convierte lo repetitivo en un ritual que no exija pensar.

Reduce el menú de opciones. La parálisis por análisis es real. Ante una decisión, solo, considera dos o tres alternativas. Para elegir, define un ‘único criterio clave’. ¿Buscas un nuevo libro? Céntrate en el género que más te apetece ahora. ¿Tiene que resolver un problema? Pregúntate: ¿la solución es rápida o perfecta? Elije un criterio y desecha lo que no encaje. La simplicidad es elegancia.

Programa tus decisiones importantes. Tu voluntad es más fuerte por la mañana. Aproveche esa ventana de lucidez para abordar lo más complejo. Si una tarea no es urgente, pero te genera resistencia, anótala y prográmala para tu "yo del futuro", ese que tendrá la batería cargada. Respeta tus ritmos biológicos es un acto de sabiduría.

Reconocer nuestros límites biológicos no es una derrota, sino el primer paso para vivir con más intención y menos desgaste. Porque la energía mental es el recurso más valioso que tenemos. Gástela en lo extraordinario, y deje que lo cotidiano se cuide solo.


sábado, 18 de octubre de 2025

EN LA COLA DEL PESIMISMO: ¿Qué nos roba la paz en la fila del pan? (39)

Andrés va rápido a comprar el pan del domingo. Está contento, pensando en el café que disfrutará con sus hijos y nietos. Sin embargo, al hacer la cola, escucha a la gente desconocida hablar de las extorsiones que azotan el país. Pequeños negocios son amenazados; choferes son asesinados para imponer cuotas y disputas territoriales con bandas rivales. No hay seguridad policial. El ministro del interior comenta que la llegada de delincuentes extranjeros hace extrañar a los nacionales. La corrupción política y el tráfico caótico completan el cuadro sombrío. Cuando Andrés regresa a su desayuno familiar, ya no es el mismo hombre tranquilo.

Este hecho va más allá de una queja puntual. Revela una "dialéctica de la desesperanza". Un ciclo donde los problemas reales (como la inseguridad) chocan con la impotencia, sin generar una salida constructiva. La queja se convierte en el lenguaje común, creando una narrativa colectiva autoderrotista. El filósofo Byung-Chul Han lo explica como una "violencia neuronal" por el exceso de estímulos negativos.

La neurociencia añade que esta negatividad no solo se escucha, se ve y se siente: hombros caídos, miradas evasivas. Este lenguaje corporal refleja y a la vez alimenta un estado de alerta constante (activando la amígdala), generando un estrés crónico y desgastante que luego llevamos a nuestras familias, alterando el ambiente en el hogar.

Históricamente, no siempre los temas de conversación diaria fueron tan negativos. La actual saturación mediática y el aumento alarmante de la criminalidad, como lo muestran las estadísticas oficiales que reportan miles de extorsiones y asesinatos solo en Lima en 2025, amplifican la sensación de caos y peligro constante, un caldo de cultivo para la angustia social.

Frente a esto, surge una pregunta crucial: ¿Somos solo víctimas? El pesimismo en la cola del pan, aunque comprensible, es también un acto que renuncia a construir micro-espacios de paz. Como enseñó Viktor Frankl, la última de las libertades humanas es "la actitud con que enfrentamos un destino que no elegimos".

Así, las colas para comprar el pan se convierten en escenarios de catarsis colectiva, donde el disgusto social se desahoga y se multiplica, afectando no solo el ánimo individual, sino también la calidad de las relaciones interpersonales inmediatas, cerrando un círculo difícil de romper sin un cambio profundo en el entorno y en nuestro propio diálogo interno. Romper este ciclo exige, primero, la valentía de proteger nuestra paz interior como un bien preciado y, segundo, la audacia de sembrar, en la pequeña parcela de realidad que nos toca, una semilla de diálogo diferente.

 


 

domingo, 12 de octubre de 2025

VIVIENDO TODAS MIS VIDAS: El Arte de Morir para Renacer (38)

VIVIENDO TODAS MIS VIDAS: El Arte de Morir para Renacer

 Se dice que morimos varias veces antes de la muerte final. Morimos cuando la infancia se esfuma, cuando un amor se va, cuando perdemos a quien era nuestro pilar. Cada despedida, es una pequeña muerte. Pero, he aquí el secreto: tras cada una, renacemos.

El filósofo Nietzsche lo llamaba "aprender a morir": soltar lo que fuimos para transformarnos en una versión más fuerte. Esta idea conecta con el concepto budista del "no-yo", que plantea que no existe una identidad permanente. Lo que llamamos "yo" es un flujo constante de experiencias en transformación, y aferrarse a una identidad fija es la principal fuente de sufrimiento. Las "pequeñas muertes" que experimentamos son la prueba de este flujo natural. No somos un cuadro terminado, sino un lienzo donde las capas de pintura se superponen, se mezclan y a veces se raspan para dar espacio a nuevas formas y colores.

La vida está marcada por transformaciones constantes que funcionan como muertes y renacimientos. Gabriela, al dejar su pueblo, ve morir a la hija dependiente para dar paso a la mujer independiente. El hombre que pierde su trabajo después de veinte años entierra al profesional definido por su cargo, pudiendo renacer como emprendedor o alguien que prioriza su familia.

Estos cambios no solo ocurren en hitos grandes. La madre que se queda sola cuando su último hijo se va a la universidad entierra su rol de cuidadora full-time para renacer como la mujer que redescubre sus pasiones. El amigo decepcionado que deja de ser complaciente mata a su yo que siempre decía "sí", renaciendo como alguien con límites más sanos y auténtico. Cada final contiene la semilla de un nuevo comienzo.

El verdadero desafío no es evitar estas "pequeñas muertes", sino transitar conscientemente el duelo que provocan. Como decía el filósofo Alan Watts, aferrarse a lo que ya no es tan inútil, es como intentar atrapar el aire con la mano: solo conduce al agotamiento. Aceptar que todo cambia no es resignarse, sino liberarse.

 Aferrarse a identidades que ya no nos representan —como el "estudiante eterno" o la "novia abandonada"— nos condena a vivir como fantasmas del pasado. La sabiduría no está en olvidar quiénes fuimos, sino en integrar al niño, al adolescente y al adulto que fuimos como capítulos de un mismo libro, escuchando lo que cada uno tiene para decir sin que ninguno domine.

Estas "muertes" no nos restan, sino que suman capas a nuestra existencia. Cada final es un necesario comienzo que nos revela nuestra resiliencia. La pregunta clave es: ¿Quién debo dejar morir hoy para renacer? La respuesta nos invita a participar conscientemente en la obra de arte en evolución constante que es nuestra vida.


 

domingo, 5 de octubre de 2025

SONRISA FORZADA O GRITO SILENCIOSO (37)

SONRISA FORZADA O GRITO SILENCIOSO


En una sociedad que valora la productividad y la alegría constante, a menudo pasamos por alto una forma sutil y engañosa de sufrimiento: la depresión silenciosa. No es la tristeza obvia que todos podemos reconocer. Es un susurro, una sombra que se esconde detrás de una sonrisa forzada y una vida aparentemente normal.

Imagina a Javier, un colega que siempre parece ocupado. Siempre, está en la oficina y cumple con sus plazos. Sin embargo, lo que no ven es que cada tarea es una lucha monumental. Ha dejado de jugar fulbito los fines de semana y rechaza las invitaciones a tomar algo. Cuando se le pregunta, solo dice: "Estoy cansado". No es una mentira, es la verdad de su agotamiento mental.

Piensa en Patricia, una amiga que parece tenerlo todo bajo control. Se ríe en las reuniones y hace bromas, pero su sonrisa no llega a sus ojos. En el fondo, una voz interna despiadada le susurra: "No eres suficiente. Nada de esto importa". Se levanta por la mañana con el mismo cansancio con el que se acostó. Ha dejado de cocinar, algo que amaba, y ahora se conforma con cualquier cosa, o incluso no come.

La depresión silenciosa se manifiesta a través de señales que a menudo se disfrazan de simple apatía o mal humor. Es la pérdida de interés en lo que antes nos apasionaba, la fatiga constante que no mejora con el descanso, los cambios en el apetito y el sueño, y un aislamiento gradual, no por elección, sino por la carga que supone interactuar con otros. Es la irritabilidad que surge de la nada, una sensación de estar fastidiado con el mundo.

El peso de “la máscara” nos habla de una profunda desconexión entre el ser auténtico y la persona que el mundo exige que seamos. Jean-Paul Sartre argumentaba que a menudo actuamos de mala fe (mauvaise foi), negando nuestra propia libertad y autenticidad para encajar en los roles que la sociedad nos asigna. La "sonrisa forzada" es el epítome de esta mala fe: una máscara que nos colocamos para ocultar, incluso a nosotros mismos, el vacío o el dolor que sentimos. Nos convencemos de que "estamos bien" porque es lo que se espera, pero, ese acto de negación incrementa la alienación y el sufrimiento. El grito silencioso es, entonces, la protesta del alma aprisionada, que anhela ser escuchada detrás de la fachada de normalidad.

Si te identificas con Javier o Patricia, es hora de reconocer que tu dolor es real.

El primer paso es validar tus propios sentimientos. El siguiente es romper el silencio: habla con alguien de confianza, busca ayuda profesional. Un terapeuta puede ofrecerte herramientas para entender y manejar estos sentimientos. No necesitas una crisis para pedir ayuda. Los pequeños actos de autocuidado, también cuentan. Sal a dar un paseo corto, bebe un vaso de agua, come algo nutritivo. Cada uno de estos gestos es una pequeña victoria que te acerca a recuperar tu luz interior.

 


 

LAS HOJAS QUE AÚN ME QUEDAN POR ESCRIBIR (46)

LAS HOJAS QUE AÚN ME QUEDAN POR ESCRIBIR En la escuela primaria hubo un cuaderno que siempre me produjo un leve temblor en las manos: el d...