"Retazos
mis lugares... mis momentos" (2016). Fue el primer libro que publiqué y quiero compartir con ustedes el exquisito prólogo que realizó mi amigo, Oscar Salinas Zegarra.
PRÓLOGO
RETAZOS…mi tiempo…mis momentos, así se inaugura el manantial de vivencias estrujadas
del alma, del pozo inagotable de un caminante de la vida (“caminante, no hay camino, se hace camino al andar”) que trasunta la quietud que en innumerables ocasiones nos persigue. Pero, él se pone de pie para cabalgar junto a la borrasca de coyunturas que lanza a los vientos de la tarde: “Ya no me duelen los pies, ahora me duele el alma por todo lo que se fue. Hoy solo me queda un cálido recuerdo que cada vez se hace más grande”. Y no se equivoca, el inconmensurable paradigma que nos entrega indica que “mirar hacia atrás” significa voltear la enciclopedia de la existencia para ensimismarla en los pies de la humanidad.
RE TA ZOS… lleva a escuchar con atención “el sonido del silbato o pito que se expandió sonoramente por el cielo del puerto”. Efectivamente, el puerto de Pacasmayo se yergue desde las entrañas de esas arenas que amanecen y pernoctan con el efluvio de un mar hipotecado a la alegría. Colgarse del andén en el tren de una felicidad compartida al entrar en los albores de la infancia, significa atravesar los linderos de San Pedro de Lloc, Calasnique, donde las vías se dividen en dos ramales: uno va rumbo a Chilete y el otro, el que tomaremos, nos llevará por la provincia hasta Guadalupe —. Y allí, ¡Oh, Guadalupe!, se hacen trizas las ventanas del recuerdo, al recoger la palabra enhiesta del “Padre del autor”: “Esta
calle nos lleva a enfrentar la tornamesa donde daba la vuelta el tren para regresar a Pacasmayo”. Y, para sus adentros, lo persigue la voz que se atraganta en el epicentro de sus años: “Cada vez que llego a mi Pacasmayo, no dejo de ir al recinto que acarició mi niñez, vuelvo al vetusto andén en el que correteé sin traba alguna. Contemplo la estación que no existe y que la gente de hoy solo ve en él una antigua casona”.
RE TA ZOS…vuela meridionalmente sobre la cabecera de un mundo que presenta matices de ficción, de presencia altanera para convulsionar con el devenir del ejercicio de vivir:”
Conforme pasaron los años, la actividad en el puerto fue decreciendo, muchas de las casas comerciales desaparecieron, el ferrocarril dejó de funcionar y gran cantidad de personas se quedaron sin trabajo”. El lenguaje coloquial que el autor desarrolla, se engarza con el collar de episodios a los cuales identifica: “El Puente San Juan”,” Don Pedranto”, “El Trapecio”, “Chocolate de mis Recuerdos”, “Cosas de las fiestas”, “Un crimen en Pacasmayo”, ”Distraído”, “Chicamita y el Flaco Villavicencio”, “La tarde de mi matrimonio” y “Mi casa de la calle Ayacucho”, entre otros.
RE TA ZOS…erosiona la pasión del almanaque al hacernos partícipes de la pulsación de esas calles pueblerinas en un inefable 20 de febrero de 2016, en
que coincidimos para una efeméride, y enrostrarnos la tarde calurosa en las retinas de la nostalgia hecha compulsión. El papá del autor levanta la mano, apretuja
la mirada y direcciona el dedo índice para balbucear: “Esa, esa es mi casa, la casa de mi niñez”. Y el autor la describe así: “De hermosos balcones de madera, pintados con ese color marrón que solo da el tiempo, enmarcan la entrada a mi casa. Cuatro escalones me llevan hasta las ondeadas paredes amarillas de adobe, donde resalta el blanco de sus puertas a las que están adosadas mis conocidas lunas que siempre reflejaron mi infantil imagen hasta la moza figura que hoy me devuelve”.
RE TA ZOS… convive con una dualidad de “padre a hijo” o de “hijo a padre” confundiéndose umbilicalmente en lo que podría llamarse “dos vidas, un camino”. El autor, hijo, nacido en la frondosidad de una estirpe que comenzó a evolucionar con él, se transporta hacia el momento de su aparición en el mundo para convertirse en el lenguaje de “su padre” y narrar este advenimiento: “Llegué avanzada la madrugada, cansado después de haber tocado el piano (instrumento que se convertiría en paladín de grandes hazañas) y allí estaba Estelita, hermosa, con una suave luz que la irradiaba todita. Con su gracia sin fin me dice: Allí está nuestro hijito. Luego de abrazarla y besarla miro a mi primer vástago. Era un punto negro entre las sábanas blancas”. Más adelante se encuadra en la partitura de lo que hoy se observa:” Al atardecer de su vida, aquel hijo regresa para estar con su padre. Ahora es él quien lo va a acompañar y cuidar. Pero ya no van de la mano, ya no es el papá quien lleva a su hijo. Ahora son dos padres, dos hijos, dos amigos que van abrazados hacia el rumbo que solo Dios sabrá cuando concluya”.
RE TA ZOS…incinera el relato al poner en evidencia lo aciago que puede ser la vida. La tía Teresa, embarazada, camino a Chilete, sucumbe en un accidente de tránsito. Su esposo lucha contra el dantesco episodio: Un bus ardiendo a plenitud. Ingresa para sacar a su cónyuge, pero sus esfuerzos son vanos. “Se encontraron los dos cráneos. Uno de ellos, el más pequeño, tenía incrustado un perno que le había causado una muerte instantánea. Los demás restos estaban calcinados, no se podían distinguir unos de otros. Por eso, se les puso juntos en una sola cajita”.
RE TA Z0S…recorre primero el periplo del padre, narrado desde la perspectiva del hijo. Lo ve a la distancia como “comisionado del arroz” de la entonces Caja de Depósitos y Consignaciones estirando la visión hasta perderse en la bruma de ausencias, muchas veces prolongadas, hasta lindar con lo anecdótico, tal el caso de su estadía en la calurosa Pucallpa y la llegada inopinada de Estelita y sus cinco hijos: “No estaban en mis planes inmediatos la llegada de mi familia por lo que no estaba preparado para recibirlos. Ya en el aeropuerto, manifesté: Suban con sus cosas al Jeep, sube Estela. ¿Y el chofer? ¡Conduzco Yo! Y Ella replicó ¡Ah!... con que ya sabes manejar y tienes carro”. Luego, el autor da paso a su óptica
para enarbolar la aureola de “las ninfas del pozo” representadas por las hermanitas López, al pintarlas con un lenguaje de excepción:” El aire, gratamente perfumado por suaves matices del verde que nos rodeaba, poco a poco se apoderaba de uno y una secreta felicidad iba embargando el espíritu”.
RE TA ZOS… conmueve, elucubra ideas, transmite, plasma historias y sortea el horizonte de las palabras. “El viento de esa tarde yurimagüina que trataba de tranquilizar los iracundos arrebatos del calor de aquel día” se interpola con la estampa de la plaza de armas y la majestuosa catedral Virgen de las Nieves. El paso del tiempo se aquieta al referirse a la siguiente frase: “Hoy que se escribe sobre una pantalla interactiva. Cuanto añoro hacerlo sobre un papel. Voy a escribir una carta. Ya en la librería pido papel para carta y el sobre; doblo cuidadosamente el papel por las puntas extremas y sujetándolo con dos dedos voy a casa luchando contra el viento para que no me las arrebate”. Y, más aún, cuando extrae del cofre inédito de su emoción, la imagen vívida de una ninfa en bicicleta: “Su cabello es marrón, pero no cualquier marrón. Es suavemente acariciado por el entonces inexistente viento que despliega su ondulante longitud. Tanta es su belleza que mis tímidos ojos se humillan y bajan hacia su largo y aristocrático cuello. No hay fotografía, no hay video, es la instantánea que mi corazón ha tomado y lo ha guardado”.
RE TA ZOS…cincela orificios sempiternos. El autor elucubra sonidos guturales al pincelar
su llegada a la Blanca Ciudad para enrolarse en ECAS.A. e introducirse en la pensión de Doña Sofi: “el cuarto es pequeño, la cama de bronce, pintada de blanco, está prolijamente tendida, un colgador de pie, una mesita con su silla en la otra esquina y una pequeña repisa que guardaría mis novelitas del oeste”. Con una prosa ligera y grata, va exteriorizando las vivencias repartidas entre el sillar y los adoquines que matizan el empedrado de la volcánica Arequipa. Las anécdotas se suceden en el diario discurrir del trabajo y las horas destinadas a
conocer la ciudad.” Llegar a la oficina por la tarde es un hecho que recuerdo con gran placer y nitidez. El sol de Arequipa es un regalo convertido en luz y acogedor abrigo”.
RE TA ZOS…sucumbe y enfrenta a los estereotipos de la urbe arequipeña. El autor la hace suya llevando sus latidos hacia las cumbres de mosaicos entregados con emoción: “A levantarse que es lunes”, “Afeitándome”, “La encomienda”, “Sol de invierno”, “Una salteñita”, “Manuel Antonio”, “Falta champagne” y, principalmente, “Un 15 de agosto: Las personas lucen sus mejores galas y como un desfile familiar se apoderan de las veredas y emprenden rumbo a la Plaza de Armas. Voy tras ellos y por breves momentos me siento parte de esta explosión de alegría que parece brotar de los cráteres de sus volcanes y que como cenizas de entusiasmo caen, casi religiosamente sobre los arequipeños”.
RE TA ZOS… también, introduce a pulsar la “redonda” en los pies de varias ciudades donde se enarbola, sin pedir permiso al cansancio, “la canchita y yo” (¿Y, nosotros?): “La serie de transformaciones que acontecen cuando tú, la pelota y yo conversamos. A veces, eres playa, en otras tu trama es empedrada con aroma a chacra y, a veces, te vuelves lozana y brillosa con tu relieve de cemento”. En un párrafo escondido, se encuentra salpicado un inefable estribillo: “Pasaron años, con muchos jugamos, a varios conocimos, pero siempre fuimos la pelota tú y yo”. Y, como colofón a estas vivencias, se despoja de todo atavismo al enhebrar en el tiempo el pálpito de sus ideas: “En todo caso, el pelotero es aquel que se convierte en un adorador de la pelota, por lo tanto, NO PUEDE SER CUALQUIERA, por eso somos de un linaje diferente, singular… único”.
RE TA ZOS…conmueve, indica caminos irrepetibles, confundidos en el zigzagueante destino
familiar. Es la hora de referirse a su progenitora que reposa y señala
el “camino a Campo Fe: Llegar entre verdes prados, aspirar el aroma que trae el aire de los sauces, recrearse y despejarse al ver los gansos deslizándose sobre el lago, todo contribuye para que el persistente sol llene de colorido nuestra vista y nos de cierta tranquilidad cada vez que vamos a visitar a mamá”. En una estridencia incomprensible, se anida en su cerebro una especial sinfonía: “Deshice tu cuarto casi inmediatamente que partiste, no quería tener en la retina tus últimos días pero, ahora por estar junto a mis hijos, voy por el camino que ya transitaste”.
RE TA ZOS…sobrevive al empuje de los años, al arrastre pormenorizado de enjambres adosados en el mapa de nuestro suelo. El autor toma las bridas de su carruaje y llega a la sierra central, posesionándose en el Ingenio Huanca como primer peldaño:” El sol huancaíno se encarga de pintar de intensas tonalidades los cerros que circundan al criadero de truchas más famoso de la región”. En un segundo peldaño, lo encontramos enfrentado al “Tren Macho: El sol declina y empieza a dar fantasiosas formas a los acantilados que estamos pasando. El viaje ha sido magnífico y el tren hizo honor a su apelativo, salió a la hora que quiso y llegó como pudo, todo un Tren Macho”. Al doblar hacia el tercer peldaño, se cruza con la recóndita laguna de Choclococha, al otro lado del mundo: “Me quito la mochila y me siento en una piedra que parecía esperar que lo hiciera. Mientras contemplo la laguna y sus islotes, el aire me dice que ahora soy parte tuya porque tú me respiras, pero, pronto, me iré y seguiré con mi interminable viaje”.
RE TA ZOS…sigue escalando los andariveles de la geografía andina. Llega al cuarto peldaño y va “Rumbo a Ayacucho: Camino entre las personas que marchan apresuradas, la sensación de bochorno es cada vez mayor, casi estoy transpirando, pero no interesa estoy en la ciudad de las iglesias y podré iniciar mi sentida peregrinación entre antiguos templos que recibieron a tantos peregrinos”. Todo ello no es sino el preludio que se interpone para musicalizar la travesía verdadera que interpola todos los peldaños: “Mi viaje a Choquequirao”, contando con el apoyo de su compañero y el arriero, pasando por Cachora, Huancacalle, Cocamasana, Chiquisca, Capuliyoc, Playa Rosalina, entre otros. Luego, en otro día, como quien lanza un proyectil a las profundidades de la tierra, ataca por el costado los hitos de Uchuhuerta y Raoypata para posesionarse de Marampata y de allí, a como dé lugar, pulsar los abanicos de los cóndores y guardar en las retinas la fabulosa ciudadela de Choquequirao.
RE TA ZOS…se traslada, se levanta, se desboca, respira y sonríe. Pareciera que el universo ha cercenado los confines de la dicha cuando, al borde de la imaginación, el autor nos dice:” En ese instante hacen su aparición los dueños del cielo. Es casi sobrecogedor ver planear a los cóndores con una majestuosidad que nos hace tambalear”. El claroscuro de la rutina horaria para entornillar el relato, presenta una explosión de diversos matices: “Después de una de las curvas aparece una imagen que a la fecha no me abandona, nos quedamos atónitos al contemplar las primeras construcciones incas en plena ladera. ¡Fantástico!, murmuramos. Ya estamos dentro de las lindes de Choquequirao, la alegría es por haber concretado un objetivo, un anhelo casi misterioso que me impulsó a dejar la cómoda Lima para poder apreciar, sentir la mamapacha”.
RE TA ZOS… describe con íntima sonoridad los desvelos de quien se inocula con la fiebre de todas las sangres. Da vuelta a las páginas para enrumbar a “La Perla del Huallaga”. Esta vez se reúne un triunvirato de polendas bajo el apelativo de “Los Rodríguez”: El autor, el padre y el hermano se encargan de abrir la trocha vivencial inaugurando a cada paso el sonido del silencio. “Una de las consignas es apreciar el Abra de Porculla en el departamento de Piura. “Al día siguiente gozamos de un espectáculo donde las nubes tienen inusuales formas con raros matices por las caricias que les prodigan los rayos del sol. Si no supiéramos la hora dudaríamos si se trata de un amanecer o atardecer. Ya estamos en el Abra, esa ruptura de la cordillera de los Andes que nos permite acceder entre ella para llegar a la Amazonía”. Luego, se escucha un comentario: “La tarde ha llegado y nosotros ya estamos en la preciosa Chachapoyas”.
RE TA ZOS…consigue acrecentar las ilusiones que se forjan con el tiempo. Se va constituyendo en la piedra angular adormecida en el arrecife de los sueños. “En la posada de Cuispes, desplegamos la estrategia para visitar a la encandiladora Gocta y a la misteriosa Yumbilla. Muy temprano salimos a su encuentro. El camino es un sendero empedrado que se
interna a la selva y el sonido de los cascos de los caballos se confunde con los de la naturaleza”. La ilusión que se patentiza en los ojos va cobrando alegorías de fantasía
al entrar en contacto con lo irreversible: “La visión es esplendorosa. Nos quedamos varios minutos contemplándola (a Gocta, la catarata soñada). Dejamos atrás al guía quien, sonriendo, ve cómo vamos al encuentro de ella”. Pernoctando en las cornisas de la emoción, los tres adoradores de lo imposible, consiguen poner en su equipaje la otra catarata: “Nuevamente la lluvia, levantamos el rostro para recibir esa bendición, mojados, transpirados,
cansados pero jubilosos recibimos la noticia que ¡a la vuelta está el mirador, es Yumbilla!”. Al describirla, fluye el lenguaje en el corazón renovado del autor: “Es fastuosa, sin ser petulante, magnífica sin llegar a ser ostentosa, la damisela colmó nuestras expectativas”.
RE TA ZOS… va cincelando la cadencia de las emociones hasta hacerlas estentóreas. Se inmiscuye en cada minuto que intenta perennizar. Despierta sensaciones indescifrables: “Un padre lleva de la mano a sus dos hijos. Acaban de llegar (a Yurimaguas) para enfrentar un nuevo reto y dilucidar un nuevo horizonte. Los vástagos caminan con la seguridad y alegría que infunde el joven padre. Hoy, cuarenta y siete años después, estos actores tratarán de repetir esta incursión. Caminamos apurados por ambas veredas, los tres queríamos llegar primero, ¡Mira la iglesia!, ¡Aquí estaba nuestro colegio!, fotos por doquier como si en el fondo quisiéramos retratar nuestro pasado, ¡vamos, al puerto! Ahora, estoy mirando el amplio río donde me bañé y es testigo de calenturientos lances amorosos en
mi inicial adolescencia”. Como queriendo arrancarle a la efigie de la montaña, sus secretos y sus misterios, elucubra un epitafio: “Nos miramos los tres, sonreímos como entonces y nos abrazamos como siempre”.
RE TA ZOS… habla, descifra, escribe y enarbola recuerdos y recuerdos. Tal es así que destila una alegoría desprendida de los compases de la vida: “Criar recuerdos”. En eso preguntamos ¿Quién enseña a criarlos? Y al transportamos, junto al autor, al párrafo de la música hecha piano: “las notas se adueñan de la sala, armónicamente entrelazadas salen del piano de media cola de papá. Mientras sus hábiles manos acarician las teclas, el tango Madreselva, hace que, en algún remoto lugar de mi sensibilidad, despierte, me sobrecoja y mis latidos marquen ese mítico compás”. En estos momentos se patentizan los aplausos que se prodigaron hacia los vértices de la noche de un inefable mes de febrero de 2013, al haberlo escuchado en un recital que nos transportó a la cúspide de los arpegios musicales. Un hombre, un piano, una vida…fue el corcel que galopó por entre los pasillos del salón auditorio “J.J. Cobián” de nuestro bien amado Club Pacasmayo.
RE TA ZOS…es algo más que un enjambre de sentimientos anidados en los acantilados de los años. Es pulsar el firmamento de la historia, repetida o inaugurada muchas veces con otras marquesinas. Es llevarnos hacia ese puerto viril llamado Pacasmayo y hacernos partícipes de algo sobrenatural concebido desde los albores de muchos pasos que se aquietaron al pie de la tumba –mausoleo de la familia Laos Cazorla, padres no biológicos de Gonzalo Rodríguez Gutti, progenitor del autor y, por consiguiente, de toda la estirpe de los Rodríguez Burgos. Esa mañana del 20 de febrero último, volaron mil palomas hacia el recuerdo de todo lo vivido por este personaje en sus 22 años que estuvo bajo la tutela de sus tíos abuelos. Entonces, al bajar del cementerio y sentir cada grada que aplicadamente lleva al muelle de otros tiempos, nos tomamos de las manos para recibir ¡al unísono! la diáfana sonrisa del mar que, amigablemente, nos espera.
Lima, o Arequipa, o Pacasmayo, en un caluroso mes de
marzo de 2016…
Oscar Salinas Zegarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario