VIAJERO SILENTE - PARTE 4
VENECIA
Una hora
y treinta minutos y ya estamos aterrizando en Venecia. La he visto, tantas
veces, en películas, revistas, fotos que la siento muy cercana. Bajamos con la
alegría pintada en nuestras caras hasta que esa sonrisa se fue desvaneciendo
una vez que estuvimos fuera del aeropuerto “Marco Polo”. Venecia está conectada
con la parte continental itálica por medio del puente de la Libertad de casi
cuatro km es el tramo final de la carretera estatal; es decir, que a ambos
lados está el mar. Los taxis no son tan grandes, somos cinco con cinco maletas
(sin contar bolsos y mochila), hicimos la fila junto a otros turistas que están
esperando igual que nosotros. Casi, no hay taxis, parece que van hacia el
centro y dan vuelta al aeropuerto. Es cerca de la medianoche y la inquietud
comienza a ganarnos, estamos a la mitad de la fila hasta que llega nuestro
turno. Por suerte, el conductor es bastante amable y ve la manera de acomodar
el equipaje y partimos. El servicio nos deja en la plaza Roma bajamos las
cosas, se ve poca gente por los alrededores. Ubicamos la dirección del hotel
con el celular y nos señala que tenemos que cruzar el puente de la Constitución,
de corte minimalista en forma de arco, con muchas gradas y con casi cien m de
extensión por los que tenemos que ir jalando las maletas. No fue fácil ni
agradable, sobre todo, por la hora y el esfuerzo. Cruzado el Canal Grande ya
estamos en Venecia centro con sus 118 islas. Caminamos por el malecón, a un
lado está la estación de trenes “Santa Lucía”. En eso, pasa una sombra obscura
con rapidez, me hice el loco para no generar más ansiedad de la que había por
la hora, las incomodidades y la poca presencia de gente. Pero, Morgana la había
visto-
―¡Una rata! ―No termina de exclamar cuando
pasan otras dos que se meten debajo del muelle. Nelia le tiene pavor a los
múridos, esta vez, tuvo que guardar su temor y trató de tranquilizar a Morgana.
―Son las Ratatouille que han salido a hacer sus
compras ―Morgana había repetido la experiencia de ver, hace
un par de días, a Ratatouille en 4D en Disney París. Seguro que no le creyó a
su “Bubu” pero, se distrajo. La calle se va estrechando y algunas luces parpadean
el latir de Venecia. Ya registrados, con cerca de la una de la mañana, solo,
queda ir a descansar con las ventanas bien aseguradas.
Nos
levantamos temprano Nelia y yo, después de desayunar fuimos a caminar y
aprovechar los primeros rayos de sol que fueron desvelando una infinidad de
cuadros con los colores que da el tiempo y la creatividad que marcan míticas
épocas. Iniciamos un sublime y encandilador romance con los estrechos y
misteriosos pasajes que nos miran tras sus curiosas ventanas adornadas con
pequeños balcones vestidos de flores que contemplan el eterno pasar de los
paseantes que comienzan su día a día. Bares y restaurantes con llamativos y caseros
manteles en típicas mesas, atractivos toneles y sillas en las calles venecianas
se hacen irresistibles para probar vino, pan y queso. Con Fiore, Vanni y
Morgana somos parte de serpenteantes ríos de turistas y comerciantes de esta
Venecia que se construyó sobre el atolón que era parte del archipiélago de
centenar de islas que están unidas por 450 puentes, imagino el enorme de reto
de su construcción hace más de 1, 600 años (Cuando Venecia era parte del
Imperio Romano de Oriente - Siglo V), desde esa época el incesante comercio no
cesa. Paseamos entre máscaras que ocultan la grandeza y glamur de las ricas
familias que dominaron el comercio en ultramar. Voces en varios idiomas danzan
en el aire, le dan una fastuosidad que es regiamente envolvente. La Plaza San
Marcos es fascinante, amplia y bucólica. La cantidad de negocios y
transacciones que debieron darse entre acuciosos comerciantes que traían
especias del oriente y los mercaderes de varias partes del mundo armando
convoyes conocidos como “la mude”.
―Cuidado con el adorno que es de murano ―es el
grito de mi mamá, se refería a su querido florero de intensos colores violetas
y rojos y temía que con mi pelota de jebe la vaya a tumbar, lo miré de reojo y
no le hice caso. Nunca había imaginado que estas artísticas piezas de cristal
provenían de la isla Murano (una de las islas de Venecia) y hoy estoy admirando
preciosos adornos que al contemplarlos te capturan y transportan a inquietantes
lugares.
Cruzamos
puentes de varios tamaños van enhebrando la trama de muchas historias, hasta
que la figura de gondolero, los canales, las góndolas y el mar nos atrapa. Habíamos
acariciado el sueño era ser parte del reflejo de este sol sobre el mar
Adriático nos dejamos llevar, lánguidamente, por el suave rumor del remo del
gondolero, miramos en retrospectiva y vemos como nuestras pasiones van dejando
una estela en este encantador lugar.
Un ¡Gracias
a la vida! Fue sentarnos a almorzar a la vera de unos de los canales de
Venecia, la familia junta tomando un Pinot es una bendición que nos ofrenda
Dios. Hay una tranquilidad diferente, mientras brindamos y el tierno pan nos
regala un crujiente placer como antesala de las pasta y mariscos que se
aproximan, miro al cielo y me digo
―Algo bueno habré hecho para merecer este momento o
tengo que hacer mejor las cosas para ser merecedor de tantos momentos de clara
paz, de tener esta alegría diferente y conocida a la vez que me arruga el alma.
De lo que
estoy seguro es que, ya no será “Venecia sin ti”.
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