sábado, 15 de noviembre de 2025

VIBRACIONES DE UNA SONORA SOLEDAD

 El vals peruano "Idolatría" es una joya de la música criolla que gira en torno al culto del amor romántico. Sin embargo, su melodía es tan profundamente evocadora que, más allá de la letra, me transporta a una devoción profunda, respetuosa y eterna: la que siento por mi padre.

Mi papi, en el Club Pacasmayo en Lima, se encontraba sumergido en el piano. Un momento que, siendo público, se torna íntimo y poderosamente sensible. Cómodo en su arte, él estaba sobre una alfombra roja de admiración. Su imagen reflejada en el fondo es el duplicado de quien él es y de quien queda para replicar infinitamente este instante en mi memoria.

Papá se sumerge entre las blancas y negras, y en delirios de pases mágicos, sus dedos hacen aflojar estas magníficas armonías. Él no solo toca; interpreta con su vibrante alma la música que se convierte en el pentagrama de sus propias emociones. Mientras grabo, una profunda nostalgia me captura.

Siento el vals "como si fuera el trinar de pajaritos en libertad reciente que dejan su jaula por su nueva libertad, pero añoranza por la jaula que los cobijó."

Papá sigue libre añorando su nido terrenal, y su sonora ausencia llena mi soledad. Es un melódico eco que persiste tras su partida. Su "toque personal" convierte su música en un legado emocional imperecedero.

Escucharlo, es sentir la brisa de la tarde pacasmayina que se pasea por el malecón: es suave y absolutamente reconfortante.


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